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Reportaje:

Asia, en paro

Millones de asiáticos han visto desvanecerse en el desempleo los frutos de seis años de crecimiento económico

Fernando Gualdoni

El impacto social de la crisis asiática no necesita adjetivos. La tasa de paro en Corea del Sur se ha triplicado en el último año, alcanzando los 1,49 millones de desempleados el pasado mes de mayo, según estadísticas oficiales, frente a los 550.000 que había en el mismo mes de 1997. Sólo en Indonesia, los cálculos del Banco Mundial apuntan a que habrá 20 millones de personas sin empleo para finales de este año. La cifra representa el 22% de la población activa y un 5% de aumento de la tasa de paro con respecto a la que había a principios de 1997.En Singapur, la tasa de desempleo fue del 2,2% en marzo, frente al 1,8% del mismo mes del año anterior. Una de las medidas del Gobierno singapurense para frenar el desempleo ha sido la expulsión de trabajadores extranjeros, mayoritariamente malaisios y tailandeses, ocupados en el 85% en el sector de la construcción.

Las políticas de expulsión de trabajadores extranjeros se extendieron rápidamente entre los países vecinos a Singapur. En Malaisia, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que hay 1,75 millones de trabajadores indonesios. Desde este país es desde donde la organización prevé que se producirá la mayor cantidad de retornos de trabajadores a sus países de origen.

Tailandia, que tiene más de dos millones de desempleados, también ha puesto en marcha políticas de expulsión. En este país hay 1,25 millones de trabajadores extranjeros, de los cuales 944.000 son de origen birmano, según la OIT.

China, que posee la mayor cantidad de población activa del continente asiático, tiene 11,5 millones de desempleados, según el Gobierno, que no incorpora a esta cifra a los llamados trabajadores xiangang, que han sido suspendidos de sus puestos de trabajo y viven con una fracción ínfima de su salario real.

Según el presidente chino, Jiang Zemin, "la tasa de paro real en China está en torno al 3,5%". Sin embargo, este porcentaje casi se duplicará con sólo dos medidas anunciadas por el Gobierno chino: la reforma de todo el sector industrial estatal del país, que dejará en la calle a otros 3,5 millones de trabajadores para finales de 1998, y el plan, anunciado el pasado mes de marzo, para reducir un 50% los organismos burocráticos, que suprimirá cuatro millones de empleos públicos.

Cifras preocupantes

En Hong Kong, la tasa de paro trepó al 4,2% entre marzo y mayo pasados, la más alta de los últimos 15 años. El índice de desempleo en Japón fue del 4,1% en mayo, similar al de abril y 0,8 puntos porcentuales superior al de un año atrás. En febrero de este año, la tasa de paro en Corea del Sur alcanzó el 4,7%, lo que representa un total de 1,24 millones de personas sin empleo, frente a los 451.000 que habían sido registrados tan sólo cuatro meses antes. Corea del Sur, Indonesia y Tailandia son los tres países en los que la crisis financiera ha tenido el mayor impacto sobre el empleo real.Pero Corea del Sur ha sido golpeada doblemente, porque, junto a Japón y Hong Kong, ha sufrido de la noche a la mañana la caída de un sistema que compartía los beneficios del crecimiento rápido y constante a través de empleos estables y duraderos.

Para el común del sureste asiático, incluyendo a Japón, el impacto combinado de la caída de las inversiones y las quiebras de las empresas, principalmente en lo sectores de la construcción, servicios financieros y manufacturero, añadidas a una pronunciada reducción de las nuevas contrataciones que eliminan la entrada al mercado laboral de los jóvenes y de las posibilidades de encontrar un nuevo empleo para aquellos que fueron despedidos, hace prever, según fuentes del departamento de Análisis Comparativo e Investigación (CDART, en inglés) de la OIT, que la tasa real de paro se duplicará para finales de año.

Esta predicción ya cuenta con el hecho de que muchos jóvenes o desempleados optarán a puestos de trabajo de inferior nivel tanto en el sector rural como en el informal urbano.

Sin embargo, el CDRAT señala que el alivio que este mecanismo de supervivencia logrará ante la falta de empleo será muy leve.

En los países asiáticos se producirá un fenómeno de desplazamiento de trabajadores por trabajadores. Los empleados experimentados ocuparán puestos hasta hace dos años destinados a jóvenes cualificados; éstos, a su vez, optarán por trabajos por debajo de su nivel, desplazando a los obreros no cualificados, que al mismo tiempo competirán con los inmigrantes.

Añadido a esto, la reducción de los salarios y del poder adquisitivo debido a la inflación causada por la desvalorización de las monedas locales provocará que más gente viva por debajo del umbral de la pobreza y el retorno a zonas rurales de gran parte de la población que emigró a las grandes ciudades durante los últimos cinco años.

Los más afectados

De los tres países más afectados, sólo Corea del Sur tiene un sistema de seguro de desempleo.Sin embargo, el sistema no cubre al 40% de los trabajadores, y, para aquellos que lo tienen, el goce es limitado. Por ejemplo, si un trabajador surcoreano es hospitalizado, el seguro social cubre menos del 50% de los costes del ingreso en el centro de salud. Los otros dos países, Tailandia e Indonesia, carecen de protección social contra el desempleo.Incluso no existen o son extremadamente deficientes los sistemas de seguridad social para jubilados por edad, invalidez o viudedad. En Indonesia, el saldo medio del fondo individual por trabajador jubilado es de 3.300 pesetas.

Además de los inmigrantes, las mujeres serán el otro grupo más afectado por la caída general del empleo en Asia. Las primeras, porque su presencia es predominante en el sector informal, percibiendo salarios más bajos y siendo mucho más vulnerables a los despidos. Además, en el acceso a sistemas de protección social, las mujeres, al pertenecer en su mayoría al sector informal, están en gran desventaja frente a los hombres.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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