Fútbol sin complejos
Los cuatro semifinalistas abogan por el juego y combaten el resultadismo
El cuadro de semifinales de la Copa del Mundo 1998 es la mejor de las recompensas para quienes entienden el fútbol como un juego y, como tal, como juego de azar, lo afrontan. Equipos por tradición amantes del desafío, más que de limitar los factores de riesgo; selecciones fieles de por vida a la pelota frente a quienes basan su estrategia en saber jugar sin balón; países que anteponen el partido al marcador; gente que es de fútbol y no de atletismo. Vive el fútbol un especie de revival, matizado, eso sí, por el academicismo de los técnicos, más expuestos que nunca al relevo. Nunca una Copa del Mundo había sido tan carnívora con los entrenadores.Brasil, Holanda, Francia y Croacia tienen en común el gusto por el fútbol, comparten un punto de locura por el juego y son felices jugando como niños en la calle, donde nació el fútbol, alejado de los pabellones, de los laboratorios, del mercado, del control social. Malos tiempos para los resultadistas.
Fin de los equipos resultadistas. Uno tras otro, los equipos que defienden que la belleza del fútbol está en el resultado han ido desapareciendo del Mundial. La primera fue España, superada por la frescura de Nigeria, e incapaz de marcarle un solo gol a Paraguay. Más tarde cayó Italia, víctima ahora de su regreso al catenaccio, a la negación del gol antes que a la fecundación; y el sábado se desplomaron Argentina y Alemania. Eliminados en los Estados Unidos94 por Bulgaria, a los alemanes les han echado en Francia los croatas por una diferencia de goles que no se daba desde 1958 cuando la RFA encajó un 6-3 ante Francia. La Noruega alternativa cayó a manos de su prima hermana italiana. Curioso resulta constatar que las federaciones que representan a las cuatros grandes Ligas europeas se han quedado sin selección: Italia, España, Inglaterra y Alemania.
América se traiciona. Argentina ha sido víctima de Passarella y de su calcio. El técnico traicionó un estilo de juego y, como dice Maradona, los argentinos regresan a su casa disfrazados de italianos o bien de alemanes, que para el caso da igual. Incluso Colombia ya no parece americana. Disputando las ligas europeas, los americanos se han contaminado de todo lo malo del fútbol del viejo continente. Hay una evidente despersonalización que afecta incluso a su único representante en las semifinales. En cuanto a jugadores, Brasil es una selección brasileña, pero a nivel colectivo es más bien europea, de manera especial en el centro del campo.
Saldar deudas. Brasil es el actual campeón y el equipo más laureado (cuatro títulos). Le está prohibido, en cualquier caso, jugar mal. Una victoria ratificaría su jerarquía y si su derrota sirve para reparar las deudas históricas contraídas con Francia y Holanda no sería considerado ninguna traición. Francia ha dado grandes futbolistas, desde Fontaine a Kopa, pasando por Giresse, Tigana o Platini, hasta llegar a Zidane, y sin embargo, ha sido víctima del atropello alemán o del Brasil de Pelé, siempre en las semifinales. A diferencia de Francia, Holanda ya ha llegado por dos veces a la final, pero también ha perdido las dos, y Johan Cruyff nunca ha sido campeón del mundo. Croacia representa al factor sorpresa del torneo. Es la República Checa de la Eurocopa96 o la Dinamarca del 92 o la Bulgaria del 94, la heredera de selecciones que han acabado cediendo pese a tener la complicidad de la hinchada, como Nigeria o Dinamarca.
Puntos en común. Los cuatro semifinalistas tienen un punto de equilibrio entre su juego de ataque y defensa. Francia es la más defensiva -sólo ha encajado un gol- pero se le supone un gran potencial ofensivo, y Brasil, por contra, lleva 13 tantos a su favor. Holanda parece la más ajustada y Croacia es imprevisible. Ni uno de ellos juega en función del rival ni depende del acierto del ariete. Afrontan el partido sin miedo: Brasil, por tradición; Francia, porque es la anfitriona; Holanda, porque no sabe jugar de otra forma; y Croacia, porque su talento se ubica en campo contrario. Son hoy equipos solidarios. El ejemplo más expresivo es el de Brasil, donde hasta cuatro jugadores se reparten los goles (Ronaldo, Sampaio, Bebeto y Rivaldo). Francia tiene a Henry (tres); Croacia, a Suker (cuatro); y Holanda, a Bergkamp (tres), pero cuentan con muchos otros recursos ofensivos en su poder.
Predicamento. La palabra de Pelé, Cruyff y Platini tiene hoy más predicamento que nunca de acuerdo a la naturaleza de los semifinalistas. Dice Pelé: "Los brasileños necesitamos tres corazones para aguantar tanto sufrimiento. Hay que liberarse y no cometer errores en defensa". Cruyff, que siendo aún técnico del Barça en 1994 recomendó el fichaje de Overmars, Bergkamp, Zidane y Davids -todos ellos jugadores hoy determinantes-, reitera hoy: "Si juegas bien, ganas el 90 por ciento de los partidos, y para jugar bien necesitas reunir a los mejores jugadores. Teniendo a los mejores jugadores, se juega bien y se gana automáticamente". Y Platini opina: "Me complace el juego disputado hasta hoy". En el banquillo, sin embargo, se imponen otro tipo de técnicos. Rodeado como está de ayudantes de peso, Hiddink parece una esponja para Holanda; Blazevic deja hacer en Croacia; a Zagalo le avalan más los cuatro títulos (dos como jugador y dos como entrenador) que su pizarra; y Jacquet, curiosamente, ha sido elogiado y tomado como referencia por cuantos ya han sido eliminados: es el caso de Clemente o de Maldini. La prensa francesa, por contra, le ha enviado ya un mensaje: frente a croatas y, en su caso, holandeses o brasileños, hay que liberarse, ir al ataque y dejar de jugar "del cero al infinito".
Otros. África continúa sin ser una alternativa como continente. Tiene jugadores pero no da con un equipo. Le falta sentido del juego colectivo: quieren atacar y pierden por no saber defender. Tampoco Asia ha aportado nada, y Japón continúa malcopiando. Hay cierta frustración, en cambio, por la manera en que se fue Inglaterra; se sabía que Nigeria y Dinamarca difícilmente llegarían; Yugoslavia tuvo la desgracia de cruzase con Holanda; y Rumania se suicidó
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.