"EEUU, como hiperpotencia, tiende a abusar"
La selección francesa de fútbol jugaba el viernes por la tarde, pero en el ministerio del Quai D"Orsay no había un solo televisor a la vista. Hubert Védrine, el hombre que dirige la segunda red diplomática mundial formada por 170 embajadas, 230 consulados y un ejército de 8.500 funcionarios, libra obviamente otro tipo de partida, o mejor, una serie de partidas simultáneas en las que las piezas económicas y políticas se combinan y entremezclan sobre el tablero internacional. El ministro de Exteriores francés sostiene que frente al dominio norteamericano, un poder sin precedentes en la historia, salvo que nos remontemos, dice, al imperio romano, es preciso desarrollar otros polos de influencia internacional, además del europeo. Antiguo miembro de la selecta Escuela Nacional de la Administración (ENA), ex portavoz y ex secretario general de la Presidencia en la época de Mitterrand, el ministro Hubert Védrine, de 51 años, subraya la peligrosa evolución del conflicto de Kosovo y advierte de la posibilidad de una intervención armada internacional.Pregunta. ¿Puede un país como Francia que teme tanto a la mundialización, que añora una grandeur pasada difícilmente repetible, aspirar a desempeñar el papel de gran potencia?
Respuesta. Algunos franceses temen a la mundialización, pero otros muchos no y estamos, de hecho, adaptándonos. Francia puede desempeñar un papel importante a condición de que su política exterior se funde en las realidades actuales, lo que es el caso. Por lo demás, no somos el único país europeo con un pasado histórico glorioso que debe llevar a cabo esa mutuación. Cabe mencionar al Reino Unido, a España, a Portugal y a muchos otros: es el caso de casi todos los países europeos. Así que éste no es un problema particularmente francés.
P. ¿Diría usted que la potencia norteamericana es incluso excesiva para la propia estabilidad mundial?
R. Hay que reconocer que en muchos países de Asia, Europa, Oriente Medio o de otras zonas, la presencia norteamericana es considerada un factor de estabilidad y seguridad. Esto puede generar por parte de esta hiperpotencia (la llamo así porque es preponderante en todos los campos: económico, tecnológico, militar, monetario, de la imagen, cultural...) una tendencia a abusar de la situación. Por eso, Francia se esmera en que las relaciones internacionales multilaterales se funden en normas claras de derecho y de respeto mutuo; por eso, somos hostiles a las leyes extraterritoriales dictadas unilateralmente por el Senado estadounidense. A partir de la configuración de Europa como un polo específico y del acuerdo, en lo esencial, con EEUU, nos parece conveniente que se desarrollen otros polos como Japón, Rusia, China o India, país que, por cierto, está optando por un camino equivocado.
P. ¿Puede Francia encabezar la alternativa a la diplomacia norteamericana?
R. Nuestro objetivo no es oponemos a la diplomacia norteamericana, sino defender las ideas e intereses franceses y europeos. Si éstos coinciden con los de EEUU, tanto mejor, pero en caso contrario, nosotros no vemos razón alguna para abandonar nuestras ideas o propuestas. En todo caso, como ha dicho Lionel Jospin en Washington, todo esto debe tratarse entre amigos. Francia está dispuesta a incrementar la colaboración con EE UU, allí donde haga falta.
P. ¿Para cuándo una política exterior europea?
R. Es sabido que Francia está por la labor pero esa es una tarea que requiere tiempo y que resulta mucho más compleja que un asunto, ya de por sí complicado, como el de la moneda única. En esta materia nos encontramos con la psicología nacional, con la historia de cada uno de los países y, a veces, también con los prejuicios más enraizados. La política exterior europea no se decreta, se prepara y madura cada día, gracias al trabajo paciente y fecundo.
P. ¿Qué papel específico puede desempeñar España?
R. Tiene un papel importante debido al que ocupa en Europa, a su relación con América Latina y a su gran dimensión histórica, cultural y linguística. Esas riquezas constituyen una ventaja para toda Europa. De ahí, nuestro apoyo, que es casi un copatrocinio, al proyecto particularmente prometedor de una cumbre europea-latinoamericana. Europa debería beneficiarse de los conocimientos específicos que tienen todos sus miembros.
P. El eje franco-alemán, clave hasta ahora, se encuentra muy debilitado. ¿No es hora de reforzarlo con otras alianzas complementarias o, incluso, de plantearse alternativas?
R. Estoy convencido de que la relación de Francia y Alemania se mantendrá en el corazón de la construcción europea, en beneficio de todos los europeos. Pero es más difícil ser el motor de una Europa de 15 que de una Europa de 6 ¡y lo será todavía más cuando seamos veinte o más miembros! A mi juicio, el motor franco-alemán no puede ser reemplazado por ningún otro, aunque sea conveniente completarlo con otras relaciones con otros países capaces también de proponer e impulsar. Pero se trata de sumar, no de restar. La relación franco-española es un buen ejemplo: ha progresado de forma casi continua desde hace 15 años.
P. ¿Ha progresado también en estos últimos años?
R. La tendencia general es clara. Yo recuerdo muy bien el primer viaje de François Mitterrand a España, en 1982. Recuerdo la violencia de la prensa española contra Francia y, a su vez, el escaso conocimiento de la nueva España que mostraba la prensa francesa. Desde entonces, han pasado muchas cosas: la integración española en Europa, la colaboración contra el terrorismo. El problema agrícola se ha discutido desde entonces con un espíritu más cooperador. Si creamos entonces el seminario franco-español fue porque teníamos un problema particular con España. Ahora, los seminarios como el de Blois de los días 6 y 7 de julio, sirven para profundizar nuestra cooperación.
P. ¿Qué nuevos países deben incorporarse al Consejo de Seguridad de la ONU? R. Hay que hacerlo más representativo, no en vano el mundo ha cambiado notablemente desde 1945, pero garantizando al mismo tiempo su funcionamiento y su eficacia, porque no queremos volver a la Sociedad de Naciones. Las candidaturas de Japón y Alemania son lógicas, pero hacer que el Consejo sea representativo requiere dar entrada a algunos grandes países del sur. América Latina, Africa, el mundo árabe y otras zonas de Asia deben ponerse de acuerdo sin que el número total de miembros sea escesivamente alto. Por lo demás, nosotros defendemos que se mantenga el derecho de veto ya que, de lo contrario, el Consejo perdería su eficacia.
P. ¿El Consejo de Seguridad es capaz de cortar la tendencia a la proliferación de los ensayos nucleares?
R. En la reunión de Ginebra, los miembros permanentes transmitimos a India y Pakistán que se equivocan de camino y que lo que tienen que hacer es hablar muy seriamente del asunto de Cachemira. Este mensaje unánime es que si no paran la escalada, tanto en el plan nuclear, como en el terreno convencional, se quedarán sin apoyo, ni ayuda y tendrán muchos problemas, por muy grandes que sean ambos países. En el mundo actual. no se puede avanzar en solitario durante mucho tiempo contra la corriente general.
P. ¿Qué lecciones ha extraído Francia de su pasada política africana?. Hablo del genocidio ruandés, del sostén prestado a dictadores de ese continente, del papel jugado por la petrolera Elf y los servicios secretos...
R. Voy a sorprenderle, sin duda, pero pienso que el balance de la política francesa en Africa de los últimos 40 años es globalmente positivo. Si mira la historia de ese continente en su conjunto desde hace 40 años, descubrirá que casi todos los grandes dramas, y son del orden de una quincena, han ocurrido fuera del area vinculada a Francia. Aunque no hayamos podido impedir algunos. P. ¿Cómo van a resolver la crisis de Kosovo, cada vez más dramática?
R. La solución pasa por el estatuto especial de autonomía para Kosovo que Klaus Kinkel y yo pedimos al presidente Milosevic el 19 de noviembre pasado. Desde el inicio de las operaciones serbias, en febrero pasado, el grupo de contacto [EEUU, Rusia y cuatro países europeos] ha aplicado una estrategia de presiones progresivamente más fuertes, pero también de incitaciones hacia Belgrado y de advertencias a los kosovares, con el objetivo de llevar a las partes a una negociación y a un arreglo político. Es un arreglo asentado, repito, en una autonomía máxima que descarta tanto el mantenimiento intolerable del statu quo como la independencia que desestabilizará la región.
P. ¿Pero qué van a hacer para evitar que se confirmen los negros presagios?
R. En estos momentos, resulta más urgente que nunca el cese de la violencia y la reanudación del diálogo. Para conseguirlo, no descartamos ninguna opoción, ni siquiera la intervención armada.
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