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Las últimas de Filipinas

El pasado miércoles se cumplió un siglo del inicio del sitio de Baler, "la página más heroica desde Numancia", en palabras de Azorín. El episodio fue conocido por la película Los últimos de Filipinas, por una memorable canción que Basilio Martín Patino eligió como himno de su largometraje Canciones para después de una guerra y recientemente por un libro que a aquella hazaña rayana en el surrealismo dedicó Manuel Leguineche. De los 55 héroes, uno de ellos, Rogelio Vigil de Quiñones, estudió Medicina en la Universidad de Granada y ejerció el oficio en Talará, un pueblo granadino del valle de Lecrín. Se presentó voluntario para ir a Filipinas. Su hermano Paco, también atraído por la aventura, murió en el otro Gólgota de aquel 98, en Cuba. Había dos varones más en la familia: uno fue notario y del otro, abogado de carrera, dicen que le escribía los discursos a Ortega y Gasset. Rogelio Vigil de Quiñones nació en Marbella el primer día del año 1862 y murió en Cádiz en 1934. Tuvo seis hijos, de los que sólo viven las tres hembras: Ana María, que viajó a Filipinas pero no pudo visitar Baler por ser foco de revueltas secesionistas, María Teresa y Purificación. Ninguno de los sietes hijos de Purificación Vigil de Quiñones eligió la carrera militar; cada uno aporta sus conocimientos profesionales para glosar los méritos del abuelo. Ulises Bidón Vigil de Quiñones, 49 años, psiquiatra, destaca la odisea de unos hombres que padecieron un asedio de 11 meses; un sitio absurdo, ya que a la mitad del acoso tagalo España firmó la rendición con Estados Unidos y el tratado de París bendecía la pérdida de las islas Filipinas. "¿Psiquiatra? Hasta 1919 no se inventó la psiquiatría. Tendrían como mucho un capellán", dice el doctor Bidón. María Eugenia Bidón Vigil de Quiñones, 44 años, profesora de Lengua y Literatura, prefiere situar a su abuelo en el contexto regeneracionista del granadino Ganivet. "Es la continuación del quijotismo español", dice Purificación, una de las tres hijas del héroe. El abuelo tuvo que hacer de soldado sin olvidar su condición de científico: padeció el terrible beriberi, una enfermedad que les obligaba a cien deposiciones diarias, y fue uno de los creadores del antídoto contra esta dolencia tropical con hierbas que eran alimento de los rumiantes. "Mi bisabuelo era un médico que curaba a los enemigos", dicen María Ángeles e Isabel, de ocho y nueve años, respectivamente. Rogelio, tocayo e hijo del héroe, fue recibido en Filipinas por el presidente Marcos y llevó la réplica de las espadas del Cid y de don Pelayo. Con estos personajes los comparó el presidente filipino Emilio Aguinaldo en las capitulaciones de 30 de junio de 1899, en las que "por primera vez en la historia", dice José Ignacio Bidón Vigil de Quiñones, nieto y abogado, de 40 años, "al adversario se le considera amigo y no prisionero". En el chalé del sevillano barrio de El Porvenir viven las tres hijas de Vigil de Quiñones. Las visitan nietos y bisnietos. El psiquiatra, el abogado, la profesora de literatura, una perito mercantil (Purita), y un empleado de Canal Sur (Eduardo). Faltan Álvaro, matemático, y Ana María, economista. Conocen el proyecto de Ortiz de Armengol, ex embajador de España en Filipinas y biógrafo de Galdós, de una serie para televisión en cuyos guiones trabajaría Arturo Pérez-Reverte sobre quienes aguantaron 11 meses sin recibir "ni un centavo, ni una galleta, ni un cartucho", como escribió en sus memorias el teniente Martín Cerezo, pastor antes de participar en esta epopeya noventayochista.

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