_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Armisticio

Miquel Alberola

En el final de todas la guerras existe una imagen muy plástica de un oficial con las botas relucientes que pasa revista a un ejército de circunstancias que ya ha entregado las armas y luego ordena romper filas para que cada uno de los soldados vuelva a lo que interrumpió cuando estalló el conflicto. Debajo de las gorras hay euforia o impotencia, según pertenezcan a la bandera vencedora o vencida, pero a todos les une el deseo de la desmovilización. Entonces para muchos empieza un episodio muy psíquico de efectos secundarios. Las guerras duran tanto que ya no encajan en ningún sitio. El conflicto se llevó lo mejor de sus años. Lo aprendieron todo bajo la presión del combate. El principio de Arquímedes, incluso el amor, la amistad y el odio. Se formaron a la contra porque la razón estaba de su lado, pero interiorizaron tanto los signos de admiración del propagandismo que padecen pesadillas todas las noches. Algunos duermen con la luz encendida y otros sólo consiguen despertarse con el resplandor de los barbitúricos, hasta que un fogonazo final les pone la médula ósea fosforescente. La contienda los desvió del taller, el almacén o el huerto, donde prometían ser grandes profesionales, hasta convertirlos en unos teóricos muy científicos de la herida, casi imprescindibles. Pero la paz les ha convertido en unos inútiles. Ahora los pronósticos más fehacientes -si es que no son términos contradictorios- apuntan a que el Consell Valencià de Cultura rubrica hoy el acuerdo sobre el conflicto lingüístico que tanto ha asombrado al turismo en general. Mientras algunos corredores de apuestas exprimen el límite con las variables de si se cumple la previsión o se desbarata en el último instante, y algunos héroes vierten toda su inmensa sabiduría en la utilidad del esfuerzo y los horizontes abiertos, en el interior de muchas cabezas sudadas de ambas orillas hay una neurona con divisa de oficial a punto de pasar revista a la tropa y dar la orden de oxidación. Empieza el tiempo de los toxicómanos psíquicos con sus síndromes de abstinencia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_