Agua, fuego y cobre
Un taller donde se hacen calderos a golpe de martillo gigante desde 1850 asombra al paseante por el río Cega
Uno de los espectáculos que más afligen a los amantes de la sierra es ver cómo hasta en los pueblos más recónditos las viejas cuadras se han trocado en pubs, la era en picadero, el molino en hotelito con encanto, el ventorro en un todo a 100 y la fragua en vídeo-club, en tanto que los cuatro nativos que desean preservar los usos y construcciones tradicionales reciben de las autoridades una ayuda que, parafraseando a Tácito, brilla por su insuficiencia. Así, lo último que han percibido los Abán en concepto de subvención no les ha alcanzado más que para levantar una cerca de piedra y alambre en torno al martinete, y aún pueden darse con un canto en los dientes.Los que entienden de martinetes aseguran que éste de Navafría, en la ladera segoviana, es el último de España y de Europa. Los que lo diseñaron hace un siglo y medio eligieron una fuente inagotable de energía, el caudal del río Cega, que surge en la umbría del Nevero y Peñacabra. Y construyeron, de una vez para siempre, la presa, el caz, el depósito, la rueda (vulgo, noria) de casi una tonelada de peso y el árbol (o eje) que alza y deja caer alternativamente el martillo pilón: herramienta de titanes cuyo mango es un enorme tronco de pino de cuatro metros y medio de longitud.Con lo que no contaban aquellos artífices era con que los calderos de cobre serían arrinconados algún día en los trasteros. Ya nadie aprecia en lo que vale una pieza fraguada, acrisolada y batida de forma artesanal en el martillo pilón, y de ahí que Victoriano Abán, el último maestro calderero del viejo continente, se haya visto obligado a abrir sus puertas al público y a cobrar entrada para que el martinete sobreviva.
Para ver en acción el desaforado martillo con el que Victoriano lleva casi seis décadas dando forma a sus cacharros, tomaremos en Navafría por la calle del Mercado, y después de cruzar la plaza del Campillo, seguiremos por la del arroyo de la Mata, cuya prolongación es un camino de tierra que conduce, dejando 300 metros atrás las últimas casas del pueblo, hasta el edificio del martinete. Su cubierta de tejas invertidas -uno de los grandes misterios de la arquitectura rural segoviana- y su emplazamiento sobre la roca viva delatan al santuario donde se guardan los arcanos del cobre batido a mano.
Cega arriba, siempre por la margen derecha -mano izquierda del caminante-, toparemos a cosa de un kilómetro las ruinas de otro martinete, éste destruido durante la guerra civil. Y, poco más allá, aprovechando la pista asfaltada que se adentra en el área recreativa del Chorro, arribaremos a la confluencia de los arroyos del Chorro y del Artiñuelo, que juntos hacen el Cega. Remontando el primero se llega, en un cuarto de hora, a las célebres cascadas que han dado nombre al arroyo y al parque. Los más andarines, en cambio, preferiremos remontar el segundo por la carreterilla que veníamos y luego por pista forestal, ascendiendo por la ladera del Romalo Malo. Allí, señoreando sobre el pinar de Navafría podremos tendernos en el muelle pasto a descabezar la siesta del carnero. Una sola cosa nos inquietará: pensar qué ocurrirá el día en que el viejo Victoriano se nos vaya río arriba con los secretos de su arte, dejándonos el latido estéril del martinete.
Marcha 'a la carta'
Dónde. La localidad serrana de Navafría dista unos 130 kilómetros de Madrid y tiene su mejor acceso por la carretera de Burgos (A-1), tomando la primera salida (N-110, dirección Segovia), una vez pasado el puerto de Somosierra.Cuándo. Paseo a la carta. Los horarios son variados y poco exigentes. Llegar sólo hasta el martinete cuesta unos 10 minutos; hasta el área recreativa del Chorro, 45 minutos; hasta las cascadas del Chorro, una hora larga. Si uno es valiente y decide acercarse hasta el rellano en la ladera del Romalo Pelado, la caminata se alarga un poco más, hacia las tres horas y media. Cualquiera que sea la opción elegida deberá acomodarse al horario de visitas del martinete, que en julio y agosto abre los sábados y domingos de 11.00 a 14.00 y por las tardes, de 17.00 a 20.00.
Quién. Fernando Abán, el hijo de Victoriano, es el promotor turístico del martinete y el que se ocupa de organizar las visitas, que deben concertarse llamando al teléfono 91 6694804 o bien al 921 506264.
Y qué más. Si optamos por remontar el arroyo del Artiñuelo y seguir la pista forestal que asciende por la ladera del Romalo Pelado, el regreso podemos efectuarlo continuando por la misma pista, ya de bajada, hasta la casa forestal del Arroyo de las Truchas, y por el arroyo de Peña Lobanto hasta la localidad de Navafría. En tal caso necesitaremos adueñarnos de un mapa de consulta como Sierra Norte, de la Tienda Verde (calle de Maudes, 23 y 38. Metro Cuatro Caminos).
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