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A la oposición o al museo

MANUEL PERIS Pocos políticos habrán pasado por una sucesión de exámenes, reválidas y selectividades mayor que el proceso al que se ha visto sometido Joan Romero para afianzar primero su liderazgo al frente del partido de los socialistas valencianos y luego como candidato a la Generalitat frente a Julio Iglesias y Eduardo Zaplana, tanto monta, monta tanto. Así que una vez que los socialistas han terminado con esa extraña mezcla de masoquismo y onanismo político en que han devenido las primarias, bien estará que se apliquen a la faena de verdad, que no es otra, por si lo han olvidado, que la de ejercer de oposición de Zaplana y Julio Iglesias, el brazo largo del PP. Tiempo es pues de que lermistas, asuncionistas y ciscaristas se disuelvan en lo que nunca debieron dejar de ser y se apliquen a actuar como militantes de un mismo partido que se suponen que es el autodenominado PSPV-PSOE. Porque empieza a herir la sensibilidad del ciudadano progresista que apenas veinticuatro horas después de concluido el proceso de primarias anduvieran unos especulando con qué hubiera pasado si las elecciones internas se hubieran decidido a dos vueltas y otros con que el resultado de las mismas debe tener su reflejo en las cuotas de poder interno de la organización. El resultado de las primarias a nivel municipal y autonómico es bastante claro, los socialistas valencianos han optado por el candiato a presidente de la Generalitat y por el candidato a alcaldesa que menos hipotecas arrastran respecto a la gestión desarrollada por los socialistas cuando gobernaban. En cualquier caso, hablaron las urnas y punto. Con la inauguración ayer del Palacio de Congresos, el PP inicia su campaña electoral en Valencia. Los populares con alguna ayudita mediática van a tener ocasión de revalidar su probada capacidad de deshonrar la demagogia. Incluso por el módico importe de 400 millones de pesetas darán la vuelta al mundo en velero bergantín con esa frase genial de "Comunidad Valenciana, vacaciones todo el año", excepto para el presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, para quien no existen las vacaciones y volverá a decir que está muy ocupado con Julio Iglesias, tanto monta, monta tanto, como para ir a las Cortes Valencianas a explicar eso del caso Cartagena, porque en su particular concepción de la cosa pública el pago o no pago de los impuestos es un asunto privado. Por mucha habilidad que tenga un gobierno para fatigar la infamia cuando expele sus discursos, la oposición no puede olvidar algo tan obvio como que la esencia de la democracia es el debate, la crítica y la capacidad de ofrecer alternativas. Pongan pues los socialistas en marcha el plan de jubilaciones internas y anticipadas que haga falta. Acójanse a él los que no estén por la brega opositora, o márchense a su casa que tampoco pasa nada, que ya les tiene la ciudadanía muy vistos y por eso los suyos no los ponen en el nuevo cartel electoral. Porque a partir de ahora y hasta el día de después del último domingo de mayo próximo quien pretenda ejercer de lermista, de ciscarista, o de asuncionista, se convierte objetivamente en colaboracionista del PP. También en política no hay más cera que la que arde. En política la cera que no da luz sólo sirve para hacer figuras en esos espectrales y patéticos museos para turistas aburridos.

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