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Tribuna
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Seguridad ciudadana

El domingo, a las siete de la tarde, un tironero mataba a una turista de un navajazo, en el sevillano barrio de Santa Cruz. Se puede decir de otra manera, seguro, pero lo quiera o no el consejero de Turismo de la Junta de Andalucía, la mujer apuñalada es una turista. Y no es callando esa condición como se ayuda al turismo. Al turismo se le ayuda haciendo política, entre otras, de seguridad ciudadana. El consejero de Turismo, al decir a los periodistas que no llamaran turista a la mujer apuñalada, ha hecho política de avestruz. Antes se había cubierto de gloria la alcaldesa, Soledad Becerril, asegurando que la culpa de lo ocurrido era del Código Penal, de su supuesta falta de dureza. La alcaldesa siempre gana. Y entre tanto no cumple una de sus principales promesas electorales, como fue la de la implantación en toda la ciudad de la policía de barrio. Pero no es sólo con policía con lo que se soluciona el problema de la inseguridad ciudadana. Es sobre todo con justicia. Y sería de justicia que alguien se atreviera a cargarse la vieja y consolidada política de la pasión especuladora del franquismo, que asoló el centro de las ciudades, echando de él a las clases populares. Si las calles de todos los barrios estuvieran llenas de ricos y pobres por igual; si hubiera niños y abuelos y padres y jóvenes de todas las clases compartiendo barrio, espacio, vida; si no hubiéramos consentido marginación a un lado y bienestar a otro; si hubiéramos estado más por igualarnos que por diferenciarnos; si la injusticia de desarraigar a la gente de donde nació y creció no se hubiera consumado de la indecente manera en que se consumó y se ha seguido consintiendo, acaso no estaríamos hablando de inseguridad ciudadana en los términos y las circunstancias en las que lo hacemos. El reto de volver a mezclar espera valentía política.

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