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El Alavés cae en la tanda de penaltis ante el Betis en la final de Copa de juveniles

El Betis ganó su tercer título copero juvenil ante el Deportivo Alavés, en el quinto penalti. Al conjunto albiazul le ocurrió lo de sus mayores: llegó pero no pudo rematar la faena. Le faltó tradición, cuajo y una pizca de atrevimiento. El Betis fue el Mallorca de sus mayores, aunque a cambio inscribió por vez primera su nombre en al palmarés de los finalistas de una competición emblemática y reivindicó su anónima cantera.

En las categorías inferiores aún sobrevive el hecho de que el fútbol es ante todo un juego. Una actividad en la que se pueden confrontar dos ideas, dos modos de ver o vivir la vida de una manera pacífica y bella. El Alavés es un equipo sólido, ordenado, con jugadores musculosos torneados por los entrenamientos con dos dedos de barro y el balón plomado por el agua. Los sevillanos eran el despapajo y la improvisación de los partidillos que el sol andaluz permite jugar todo el año y en cualquier lugar. El Alavés es un equipo sin tradición en las categorías inferiores, mientras que el Betis ya le ha ganado este título al Real Madrid y al Barcelona. Ayer ganó el sol andaluz. Los juveniles verdiblancos tiene cara de niño, pero cabeza de profesional cuajado. En la primera parte su banda izquierda fue una verdadera filigrana. En la primera parte, los béticos pudieron haber marcado dos o tres goles, pero Varela falló a bocajarro por dos veces consecutivas y ya antes había chutado al cielo un buenísimo centro desde la izquierda. En la segunda parte, el entrenador vitoriano tapó el desconchado de la izquierda con un nuevo lateral y apoyó a su delantero centro Óscar -uno de sus mejores hombres y que ya tiene una claúsula de rescisión de 750 millones- con tres compañeros. El desparpajo empezó a languidecer y los pases largos vascos hacían más daño. El calor sádico redujo (nadie sabe por qué se jugó al mediodía) los recursos fútbolísticos de unos y otros. El Alavés llegó en un par de ocasiones y Asier Salcedo lanzó faltas con mucha intención contra la portería bética. Ni unos ni otros. Empate a cero. En la prórroga desapareció el fútbol y el Alavés perdió a dos de sus hombres, expulsados. Como tampoco hubo manera en el tiempo extra, se llegó a los penaltis, en los que los alaveses marcaron tres y los sevillanos cuatro. Lo dicho un juego, a veces injusto, a veces triste o alegre. Ayer, bastante hermoso.

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