Maeso, ¿Jekill o Hyde?

Cuatro meses después de que la dirección de la Casa de Salud tuviera conocimiento de la existencia de varios casos de contagio de hepatitis C en la clínica, las evidencias se acumulan contra el anestesista Juan Maeso, quien a punto estuvo, hace pocas semanas, de ser agredido por uno de los afectados, que amenazó con partirle la cara en la puerta de los juzgados de Valencia. Demonizado por la Consejería de Sanidad, que se apresuró a responsabilizarle de uno de los escándalos sanitarios más sonados de las últimas décadas; expulsado por la Casa de Salud, que le prohibió el acceso a sus instalaciones tras conocer su condición de portador del virus, e imputado por un juez, que investiga su relación con el brote de hepatitis C, el anestesista es, a los ojos de un sector de la opinión pública, culpable. O responsable, cuando menos, de una mala praxis médica que ha podido provocar la transmisión de una enfermedad. Pero, ¿qué opinan sus compañeros de profesión?, ¿qué piensa el personal sanitario que ha compartido con Maeso cientos de horas de quirófano? A juzgar por las declaraciones de muchos de ellos ante la Unidad de Evaluación Sanitaria y Calidad Asistencial, el anestesista no sólo no es responsable de los contagios que se le imputan, sino que es considerado un buen profesional y una excelente persona, con la que los medios de comunicación parecen haberse "ensañado". Maeso (Madrid, 1941) es definido como una persona de trato afable y cordial, que cultivaba las buenas maneras tanto con el personal sanitario como con sus pacientes. Su trabajo estaba salpicado de detalles de gran humanidad y de una gran capacidad de entrega. Su gran dedicación al trabajo le llevó, en algunas épocas, a realizar hasta 25 guardias al mes, un trabajo extra que implicaba un esfuerzo sobrehumano. No obstante, casi nadie detectó ningún síntoma de cansancio en la actividad diaria de Maeso, amante del deporte y aficionado a la velocidad -conduce una moto de gran cilindrada y ha recorrido parte del desierto del Sáhara a bordo de un todo terreno-. De aspecto juvenil, su actual estado de ánimo, según su abogada, Pilar Beltrán, es "todo lo bueno que cabría esperar en una persona que se encuentra en su situación". Apartado provisionalmente de la Sanidad, dedica todo su tiempo a estudiar la enfermedad que le ha sacado del anonimato para otorgarle una triste popularidad: la hepatitis C; sus principales vías de contagio y los problemas de salud que ocasiona. Considerado por todos "un buen profesional", Maeso siempre estaba dispuesto a cambiar la guardia a un compañero, o a acudir, a horas intempestivas, a afrontar una situación de emergencia. Casado y con dos hijos, el prestigio profesional de Maeso era indudable. De hecho, él mismo anestesió a varios de sus compañeros, y a familiares de éstos, en numerosas ocasiones. Y siempre a petición de ellos. Un médico de La Fe relataba recientemente una anécdota que refleja la función que cabe esperar en cualquier profesional de la medicina: Ante un parto complicado y en ausencia del ginecólogo que debía antender a la paciente, a punto de dar a luz, Maeso se apresuró a realizar él mismo una cesárea que permitió que tanto el bebé como su madre vivan hoy con plena normalidad.