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FRANCIA 98

Una larga cadena de errores

El seleccionador no aguanta la trascendencia de los grandes torneos

Santiago Segurola

España gana 6-1 y se despide del Mundial. Precisamente ese resultado habla más que ninguna otra cosa del capital desperdiciado y de los incontables errores cometidos en todos los ámbitos de la selección. Desde la torpe dirección de Clemente hasta los fallos de enfoque, pasando por el inexplicable tumulto generado alrededor de un equipo que necesitaba lo contrario: tranquilidad y atención a sus desafíos.Clemente se extravía. Las grandes competiciones ejercen un efecto devastador sobre Clemente, incapaz de soportar las tensiones que se generan en un Mundial o en la Eurocopa. No aguanta la trascendencia de los torneos, ni las expectativas que se generan. En Estados Unidos 94, en la Eurocopa del 96 y en el Mundial de Francia, el seleccionador ha sido víctima de su extravío. Su interés por provocar conflictos y buscarse enemigos habla de su inmadurez para afrontar los rigores de su cargo.

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Un clima irrespirable. Siempre dispuesto a buscarse enemigos, Clemente no encontró ninguno a mano. La prensa se sometió a todas sus exigencias: consideró muy razonable la elección de convocados, no habitó con el equipo como en otras ocasiones, consintió el brevísimo periodo diario -una hora- para contactar con los jugadores y aceptó la política de puertas cerradas en los entrenamientos. Esta situación superó a Clemente, víctima nuevamente de su tentación destructiva. Escogió a los periodistas como enemigos, se creyó su película, se olvidó de sus verdaderos objetivos -los partidos contra Nigeria y Paraguay- e inició un imparable proceso de ofuscación. Por supuesto, el equipo se vio sometido a una multitud de tensiones innecesarias que terminaron por afectar su rendimiento.

Problemas de diseño. El partido frente a Nigeria reveló la peor versión de Clemente como entrenador. Sus equipos rara vez se han distinguido por el protagonismo. Siempre ha preferido el papel de tapado. Pero el prestigio del fútbol español y de sus jugadores obligaban a la selección a una función diferente. Tenía que protagonizar. Clemente no estaba preparado. Frente a Nigeria dispuso un equipo construido según la previsible alineación de los africanos. Pero en lugar de jugar con dos delanteros, Nigeria sólo metió uno. Suficiente para descolocar a Clemente, obligado a traspasar a Nadal al medio campo junto a Hierro. La mezcla era imposible. Y las soluciones en el partido también fueron cuestionables. El debutante Iván Campo actuó como lateral en la segunda parte. No tenía ni el oficio, ni las condiciones.

Negarse a la realidad. En lugar de aceptar la realidad del resultado y de sus errores, Clemente sufrió un shock tras el partido contra Nigeria. Acrecentó su agresividad frente a la prensa, se encerró en una dialéctica pueril y requirió la adhesión de sus jugadores. De paso volvieron a confundirse de rival.

Actitud gregaria. Frente al notable potencial del equipo, faltaron voces propias, algún jugador capaz de articular un discurso sensato, autónomo del oficial. En este sentido la ausencia de Guardiola resultó tan decisiva fuera del campo como dentro. El gregarismo de los internacionales habla poco en favor de su personalidad.

Mal juego. Los factores externos condujeron a una situación delicada. La selección españolafue incapaz de superar la presión y jugó muy mal en los dos primeros partidos del Mundial. Los notables (Fernando Hierro, Raúl, Luis Enrique...) fracasaron en una cita que sirve de referencia para establecer la jerarquía en la escala futbolística.

Mala cabeza. El papel de la federación ha sido decepcionante. El presidente no ha ejercido. Debió cerrar la puerta a la estéril polémica que abrió Clemente, pero su falta de autoridad fue lamentable. El problema es que ni siquiera se enteró de que había un problema.

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