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FRANCIA 98

Yugoslavia, la ley del mínimo esfuerzo

Los balcánicos derrotan a EE UU y se encontrarán con Holanda en octavos

Carlos Arribas

A los 20 segundos, un zambombazo de Hejduk (estadounidense pese a la jota y la ka de su apellido) superó al despistado Kralj (yugoslavo como su apellido indica) y se estrelló en su larguero. Al minuto, fue Cobi Jones el que se quedó solo y disparó al cuerpo del gigante (tipo portero de balonmano) Kralj. Así fue Estados Unidos todo el partido. A los tres minutos Mijatovic forzó una falta en el centro del campo. Zambombazo de Mihailovic, rechace en corto del mal portero Friedel y cabezazo inverosímil del lateral Komljenovic. Gol. Así fue Yugoslavia. Así fue el partido: voluntad, orden, trabajo, afán, todo sin chispa.Yugoslavia es como Nigeria pero en balcánico, en volcánico. El estado de ánimo marca lo que hacen en el campo. Cuando salen aguerridos y peleones, convierten cada jugada en una conquista, se emborrachan de su genio y arrasan. Eso lo hicieron 70 minutos contra Alemania el domingo. Cuando salen perezosos, como ayer (pese a que se jugaban con Alemania el liderato y el evitar a Holanda en cuartos), no hay quién los entienda. Pero ganan igual: la ley del mínimo esfuerzo. La ley de la calidad. Pueden estar dormidos todo el partido, ceder el terreno a unos rivales ingenuos, atléticos y apresurados; pueden jugar al paso o como mucho al trote, pueden pasar de tener la pelota 89 de los 90 minutos, pero cuando deciden cogerla y jugarla (normalmente en las cercanías del área) son imparables. Y cuando en medio de la pereza les da la vena bronca, son temibles. Adiós orejas y cejas de los ingenuos: los codos de Jokanovic se encargan de ellas. Adiós tobillos de Reyna, allí está Jugovic con la segadora. Son únicos, son una banda. Juegan al fútbol. Y muy bien.

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Juega Stoikovic (cuando no se enfada y decide ausentarse del partido). Y cuando juega hace jugar. Crea espacios con su toque corto único; abre el campo, cuando está de buenas, con pases largos. Pero lo suyo es el juego en el bosque, o cómo aclarar el fútbol entre una decena de piernas en cuatro metros cuadrados. Pixie, el bajito Stoikovic, es errático y genialoide. No es alguien en quien una madre confiaría a sus hijos pequeños: les enseñaría a fumar, a cosas feas y también a ser diferentes. Y por eso se entiende tan bien con los otros chicos malos de la banda yugoslava. Con los nuevos que se inician y ya deslumbran: el tanque Milosevic, una versión mejorada de Kovacevic aunque ayer anduviera torpón; con el exhibicionista de Jugovic, otro genialoide en busca de espacios; con Mijatovic (ayer menos: el madridista se tuvo que retirar a la media hora con la rodilla izquierda inflamada); con el sólido Petrovic, con el descubrimiento Ognjenovic, con Stankovic, también. Y ganadores siempre. Aunque a veces no lo aparenten.

Los estadounidenses no se desesperaron en exceso porque futbolísticamente son bastante planos. Hagan lo que hagan los rivales ellos van a lo suyo: a machacar jugadas entrenadas, a seguir patrones trillados y a evidenciar una falta total de imaginación. Un juego previsible agravado además por una absoluta falta de sentido del remate. Le dan a todas las bolas que pasan y casi nunca aciertan. Y hasta se aturullan cuando encuentran una defensa tan pasada como la yugoslava ayer. Picaduras de mosquito. Un cañonazo de Mihailovic y adiós. Renunciaron a la goleada y como justo castigo Holanda les pondrá a prueba en octavos. Entonces sí que se motivarán. O sea que a prepararse para el gran fútbol.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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