Villalonga se "blinda" en Telefónica rodeado de más vigilantes que accionistas
En marzo, el presidente de Telefónica, Juan Villalonga, celebró la junta más breve de la historia de la compañía: 12 minutos. Una protesta sindical le impidió incluso leer su discurso. Pero ha aprendido la lección. La junta extraordinaria que, tal y como estaba previsto, aprobó ayer el blindaje del consejo de la compañía y un aumento de su capital social, estuvo controlada por centenares de vigilantes jurados, aunque contó con una escasísima presencia de accionistas.
La junta se celebró en dos pabellones distintos del recinto ferial de Madrid. En uno, el consejo de administración, directivos, accionistas importantes e invitados; en un pabellón contiguo, los accionistas de a pie. Villalonga justificó las medidas aprobadas ayer porque "algunos grupos internacionales podrían tener la tentación de torpedearnos".Ni siquiera los periodistas se libraron de la minuciosa planificación del acto. Fueron trasladados al recinto ferial en autocares a primera hora de la mañana. Los fotógrafos no fueron autorizados a trasladarse de un pabellón a otro.
Según los datos aportados al inicio de la junta, en la misma estuvieron representados 56.653 accionistas, con el 48,7% del capital social. Sólo la mesa del consejo suponía el 90,58% de las acciones representadas. Accionistas físicamente presentes, 315. Tocaban, vigilante más, vigilante menos, a más de un guarda jurado de Securitas o Prosegur -las dos empresas que se encargaron de la vigilancia- por cabeza. El fin de la junta se pareció más a la conclusión de una demostración parapolicial que a un acto civil. Escuadras de decenas de vigilantes dirigiéndose en formación a vehículos colectivos y privados.
Los sindicatos, que habían anunciado protestas, sólo hicieron simbólico acto de presencia. Apenas una treintena de militantes de UGT y de la CGT protestaron contra Villalonga con silbatos y gritos en el pabellón reservado a los pequeños accionistas.
El discurso de Villalonga tuvo dos partes. En la primera cantó las excelencias de la gestión en los últimos dos años, en los que se ha triplicado el valor de la compañía en Bolsa, pasando de 2,2 billones a 7,08 billones.
En la segunda justificó las medidas cuya aprobación sometía a la junta (véase cuadro) y que básicamente consisten en un endurecimiento de las condiciones para ser miembro del Consejo de Administración de Telefónica, nuevas condiciones para acceder a la junta general de accionistas (serán necesarias al menos 100 acciones) y un aumento del capital social que hará más difícil, y sobre todo más caro, cualquier movimiento indeseado por parte de hipotéticos inversores hostiles. Ninguno de los actuales consejeros, incluido el propio Villalonga, cumple al día de hoy los requisitos aprobados.
Villalonga negó los análisis y las acusaciones de los sindicatos que valoran la modificación de estatutos aprobada ayer como un intento de perpetuarse en la presidencia, rodeado, además, de escuderos fieles. Según dijo, "no se trata de ningún blindaje", porque bastará que un 85% de los miembros del consejo de administración estén de acuerdo (o que la junta lo decida por mayoría simple) para nombrar o destituir a los cargos directivos.
Sobre la doble ampliación de capital prevista y la limitación de que nadie vote en representación de más del 10% del capital social indicó que se trata de "impedir políticas obstruccionistas" y "cualquier tentación de torpedear nuestra singladura" por grupos internacionales para los que Telefónica "se ha convertido en un claro objeto de deseo".
En su intervención, el presidente de la compañía destacó que su propósito es convertir Telefónica en una de las cinco grandes empresas de telecomunicaciones del mundo, centrándose este año en las inversiones en Brasil (CRT, ya conseguida, y Telebras, de inminente privatización). Ante los periodistas aseguró que este año se incrementará la plantilla. Confirmó también que se negocia la incorporación de Iberdrola, el BBV y Portugal Telecom a la compañía brasileña CRT.
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