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Japón se compromete a cumplir cuanto antes las exigencias del G-7

El ministro de Finanzas japonés, Hikura Matsunaga, se comprometió públicamente ayer a emprender cuanto antes las profundas reformas económicas que le exigieron el pasado sábado el grupo de los países más ricos del mundo (G-7) y once Estados del área Asia-Pacífico, con el fin de evitar un repunte de la crisis asiática. Éste será el asunto central de la reunión que, a partir de hoy, mantienen los países que forman la APEC, el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, en Kuching (Malaisia).

Japón inicia hoy una semana difícil. Deberá demostrar, tanto a sus aliados del G-7 como a los mercados internacionales, que es capaz de llevar a cabo las reformas estructurales que le son reclamadas para evitar un nueva edición de las tormentas monetarias en Asia.De momento, ayer, el ministro de Finanzas nipón apareció ante las cámaras de televisión para anunciar solemnemente que las exigencias que el G-7 y 11 Estados del área Asia-Pacífico le hicieron el pasado sábado en Tokio no han caído en saco roto.

"Nos comprometemos a tomar las medidas necesarias para sanear el sistema financiero, a acelerar las reformas estructurales y a emprender una reforma fiscal", sentenció Matsunaga.

El principal problema al que se enfrenta Tokio es la montaña de deudas que arrastra el sistema bancario. Las 18 mayores entidades financieras del archipiélago reconocen que, a pesar de las enormes ganancias de los últimos años, a finales del pasado mes de marzo, tenían unas deudas acumuladas por valor de casi 25 billones de pesetas.

El pasado enero, el Ministerio de Finanzas elevó esa cifra a casi 90 billones de pesetas al analizar el conjunto del sistema financiero. Estas deudas son la herencia directa de la política de dinero fácil practicada en la década de los ochenta, años en los que se generó una auténtica burbuja económica basada en la especulación bursátil e inmobiliaria que finalmente ha terminado por explotar.

A los problemas estructurales se han añadido en los últimos doce meses la tormenta monetaria del sureste asiático, la crisis de grandes entidades financieras como Yamaichi Securities y el consiguiente retraimiento del consumo interno, provocado por la pérdida de confianza del ciudadano medio.

Todo ello ha situado a la economía japonesa en situación de recesión, lo que ha disparado todas las alarmas. El impulso de la economía japonesa es indispensable tanto para la región como para la estabilidad financiera mundial.

Una caída del yen, por ejemplo, podría provocar un nueva tormenta monetaria. De ahí que Estados Unidos saliera en su defensa el pasado miércoles, interviniendo en los mercados de divisas.

Esta intervención fue muy bien acogida por todos los países de la región, especialmente por China, cuya moneda, el yuan, estaba sufriendo mucha presión y se encontraba al borde de la devaluación.

El protagonismo de China

China quiere que su moneda vaya fortaleciéndose poco a poco y convertirla en un arma estratégica, no sólo en el ámbito económico, sino también en el político. El Gobierno de Pekín juega a convertirse en un país de referencia en la región.Todos estos asuntos serán el eje de las discusiones de la reunión de dos días que representantes de los 18 países que forman la APEC mantendrán a partir de hoy en Kuching (Malaisia).

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