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Ronaldo acaba con la guerra

La estrella brasileña fue decisiva en la fácil victoria de su equipo frente a la violenta Marruecos

Santiago Segurola

Con el permiso del árbitro, Marruecos declaró a Brasil la tercera guerra mundial, con armamento de grueso calibre, en busca de tibias, peronés y casquería. Estuvieron a punto de llevarse por delante a Ronaldo, pero se quedaron muy lejos de llevarse el partido. En estos casos, está bien que el resultado castigue al violento, de lo contrario deberíamos añadir un elemento más de preocupación al delicado estado del fútbol. Por lo demás, hubo noticias de Ronaldo, que dejó la firma en algunas intervenciones maravillosas, especialmente en el tercer gol. Eliminó a un defensor marroquí con un regate delicioso que le sirvió para dos cosas: para dejar el gol a Bebeto y para dejar boquiabierto al personal.Es indiscutible que Brasil encuentra maneras de ganar que se les escapa a la inmensa mayoría de las selecciones. Por no decir a todas. La presencia de Ronaldo es disuasoria en ese aspecto. Ningún jugador se le acerca ni de lejos. Dispone de tantos recursos frente al gol que su equipo siempre tiene la banca de su lado. El primer tanto, por ejemplo. Digamos que fue el desmarque de toda la vida y un tiro seco. Visto así, lo podría hacer cualquiera. La diferencia es que ese remate fue absolutamente premeditado: buscó el palo y lo encontró con una precisión asombrosa.

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El gol de Ronaldo, que se produjo en el comienzo del encuentro, tuvo efectos indeseables en la actitud de los marroquíes. Abandonaron cualquier interés por jugar al fútbol y se dedicaron a una cacería intolerable. El primer damnificado fue Ronaldo, como cabía suponer. Chiba le guardaba una cuenta pendiente desde el célebre gol de Compostela, aquel anuncio para Nike en forma de jugada que comenzó con un roto a Chiba. Esas cosas deben doler moralmente porque el marroquí ha esperado más de un año para expresar su venganza. En cuanto pudo, y fue pronto, le tiró un viaje a la femoral que pudo tener consecuencias muy graves. En la primera demostración de su incompetencia, el árbitro dejó pasar el incidente sin tarjeta para Chiba. Los marroquíes interpretaron que había licencia para pegar y pegaron con todo. Por el camino se olvidaron de jugar.

Durante un rato pareció que los brasileños se sentían incómodos frente a la violencia. El partido se trabó, se paró, se acabó. Era la guerra. A Brasil se le advirtieron entonces algunos viejos problemas: la inconsistencia de Sampaio, la tendencia a aglomerarse en torno a Ronaldo, provocada por las dificultades de Rivaldo y Leonardo a jugar en los costados. Rivaldo porque tiene esas características; Leonardo porque su zurdera le obliga a girar hacia el interior en la banda derecha. Pero todos esos detalles quedaron disminuidos por la llegada del segundo gol, muy brasileño por cierto. Esta vez tocaron con criterio, rapidez y precisión en la jugada que desembocó en Cafú, siempre profundo en sus incursiones, y en el pase final a Rivaldo.

La guerra declarada por Marruecos terminó con el tercer gol brasileño. Es decir, la famosa jugada de Ronaldo, que de vez en cuando nos saca lo mejor de la tradición futbolística de su país. Esta vez se le ocurrió una bicicleta para limpiar al defensor marroquí, que todavía le está buscando. Fue el acto cumbre del partido y la declaración del armisticio: Marruecos se había rendido.

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