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Detenido un preso fugado tras intentar atracar un bar armado con una pistola

Gabriel Gilabert, de 36 años, es un viejo conocido de la policía. Acumula condenas que superan el siglo, tiene gran experiencia en fugas carcelarias y no había regresado de un permiso penitenciario. El martes día 9, a las 23.30 horas, fracasó en el intento de atracar un bar, pese a esgrimir una pistola. Fue desarmado por el dueño del establecimiento y tuvo que poner pies en polvorosa abandonando a su suerte a su compinche, Juan Diego Redondo, de 39 años, que fue reducido por la aguerrida clientela. Gilabert y Redondo urdieron una conocida estratagema para hacerse con la caja del bar y con las carteras de los clientes. Redondo aparcó su coche cerca del bar, ubicado en el Poble Sec de Barcelona, entró y pidió una cerveza. Poco después llegó Gilabert y, de forma inopinada, inició con Redondo una falsa discusión a gritos y un conato de pelea. Pretendían llamar la atención y atraer a los clientes del bar -un local grande con zonas separadas- hacia la barra. Una vez conseguido este efecto y atraídos los clientes de la zona del billar hacia el centro del bar, Gilabert sacó la pistola de su cinto y descubrió sus verdaderas intenciones. Seguramente los dos colegas de fechorías debieron de gritar aquello de "¡esto es un atraco!", y los clientes, como cabía esperar, respondieron como corderos a la fuerza del grito y a la poderosa intimidación de la pistola. Pero Gilabert no contó con que, superada la primera impresión, el dueño del establecimiento se le echaría encima y, ayudado por algunos bravos clientes, le arrebataría el arma. Con la pistola en la mano, el dueño del bar apretó el gatillo. Sonó un disparo. Probablemente no creía que el arma fuera buena o puede que quisiera comprobar si era de verdad. En cualquiera de los casos, el disparo disipó todas las dudas a Gilabert sobre las intenciones de los que habían sido sus rehenes. Sin pensárselo dos veces, al atracador echó a correr y ganó la calle. Redondo debió de ser más lento de reflejos porque fue reducido y entregado a la policía, que llegó un poco después. La historia de este atraco acaba como empezó: mal. Cuando el dueño del bar se dirigía a comisaría en un coche de la policía para presentar denuncia, descubrió que la persona que en aquellos momentos estaba siendo identificada por una pareja de agentes de la Guardia Urbana en la avenida del Paral.lel era el atracador huido. Gilabert fue arrestado. Su acción fue tan fallida como su fuga de la cárcel de Lleida con otros 12 penados en julio de 1992.

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