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Moscú presiona a Belgrado para evitar la intervención

Borís Yeltsin es el único aliado fiable que le queda a Slobodan Milosevic, pero puede perderlo si sigue machacando a los albaneses de Kosovo. El presidente ruso ha invitado a su homólogo serbio a Moscú el lunes y el martes próximos para intentar doblegar su intransigencia y evitar un bombardeo de la OTAN, cuyo ensayo general serán las maniobras cerca de la frontera de Macedonia y Albania con Kosovo.

Moscú se opone a la intervención militar de la Alianza Atlántica con la misma firmeza con la que rechazaba el ataque de EE UU a Irak cuando estalló la última crisis con los inspectores de la ONU. Y, como en aquella ocasión, una solución del conflicto de la provincia serbia de mayoría albanesa que no pase por un diluvio de bombas de la OTAN sería considerada en la capital rusa como un éxito de su diplomacia. El ministro de Exteriores, Yevgueni Primakov, viajó ayer a Londres, donde hoy discutirá sobre la crisis con sus homólogos del Grupo de los Ocho, que incluye a Rusia y a los siete países más industrializados del mundo: EE UU, Canadá, Japón, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia.

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Control de la OTAN

Moscú nunca aceptaría una acción bélica que no fuese respaldada por el Consejo de Seguridad, donde tiene derecho de veto. Sin embargo, el portavoz del Ministerio de Exteriores, Vladímir Rajmanin, aseguró ayer que su Gobierno considera admisible que las fuerzas de la OTAN sean utilizadas para controlar las fronteras de Kosovo con Macedonia y Albania, que en los últimos días están registrando un intenso tránsito de refugiados.Esa misión de vigilancia, destinada a evitar la infiltración de «elementos terroristas» (presumiblemente albaneses), debería ser a medio plazo responsabilidad de la ONU y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). En cuanto a las maniobras, la opinión oficial de Moscú es que no deben contribuir a incrementar la tensión. El sentido de esos ejercicios es, no obstante, mostrar a Milosevic lo que le puede caer encima si no cede.

Para evitar un ataque de la OTAN, Yeltsin tiene que ofrecer algo a cambio, y no puede ser otra cosa que un cambio de actitud del presidente serbio, es decir, el fin de una ofensiva, más bélica que policial, y que recuerda la limpieza étnica que abrió la puerta del horror en Bosnia.

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El líder del Kremlin defiende que Kosovo siga en Serbia, pero cree que aún queda margen para negociar. En cuanto a una intervención exterior, el Kremlin cree que sólo sería admisible como «medida extrema», una vez agotada la vía pacífica, que debe pasar por «reabrir el diálogo entre Belgrado y Pristina», dijo Rajmanin.

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