Los aborígenes agitan Australia
Los conservadores australianos se ven sorprendidos por la creciente movilización de la clase media en favor de los indígenas
Australia vive en estos momentos el crecimiento de un movimiento popular en apoyo de los aborígenes que, según muchos, está adquiriendo la dimensión de los grandes movimientos por la paz, por los derechos cívicos y feministas de los años sesenta y setenta. Unos 300.000 australianos han firmado en más de 1.000 libros de perdón para expresar el arrepentimiento y ofrecer una disculpa personal por el maltrato que se ha dado a los aborígenes en este país.Cientos de personalidades, desde estrellas del rock hasta abogados o líderes religiosos, han firmado esas peticiones para apoyar el derecho de los aborígenes a ser propietarios de la tierra.
Los ayuntamientos, incluso en la circunscripción del primer ministro conservador, John Howard, están siempre abarrotados de australianos blancos ansiosos de escuchar a los aborígenes hablar de sus reivindicaciones, de su antigua cultura y de las esperanzas que tienen en la armonía racial. Muchos de ellos ni siquiera habían visto antes a un aborigen.
Los que están implicados en esto dicen que se trata del mayor movimiento popular desde la guerra de Vietnam, y esperan que eso se traduzca en las urnas en las próximas elecciones, previstas para finales de año. Temen que si el primer ministro, John Howard (conservador), vuelve a ganar, se aprobará una ley que disminuirá sus derechos de propiedad y dañará las relaciones raciales.
Otro temor es el que suscita la populista Pauline Hanson, que ha escandalizado a gran parte del país con sus políticas racistas sobre inmigración y aborígenes, pero cuyo partido, Una Nación, tiene un nada desdeñable 7% de apoyos entre el electorado, según los sondeos de opinión.
El pasado jueves, medio centenar de dirigentes de varias comunidades asiáticas en Australia firmaron una carta abierta en la que pedían a Howard que castigue a Hanson colocando a Una Nación en el último lugar en las explicaciones sobre cómo votar.
Pero con una Australia rural fuertemente partidaria de devolver a los aborígenes sus derechos de tierra y mucha más gente preocupada por el alto desempleo, ¿no será el movimiento pro aborígenes un lavado de conciencia de la clase media?
Howard se ha negado a emitir una disculpa formal del Gobierno por las injusticias sufridas por los aborígenes, con la tesis de que los australianos no deberían sentirse culpables por el pasado. También acusa a los grupos pro aborígenes de intentar crear una leyenda negra con esta historia.
El ministro de Asuntos Aborígenes, John Herron, dice que los australianos sufren la presión de lo políticamente correcto por el clamor de la clase media por una petición de perdón a los aborígenes. «Mucha gente dice que están sintiendo la presión de la industria de la culpabilidad para hacer algo (pedir perdón) sobre lo que no tienen ninguna responsabilidad», dice Herron. Pero el movimiento en favor de los aborígenes no opina lo mismo.
Los aborígenes de la península del Cabo de York consiguieron los títulos sobre su propiedad en 1996, un acontecimiento ante el que el Gobierno reaccionó con una ley para devolver esos derechos de propiedad a los granjeros. El primer ministro ha amenazado con adelantar las elecciones porque el Parlamento australiano ha rechazado ya dos veces esa ley.
En los años sesenta, Australia era un país muy conservador, con una política de Australia blanca que imponía a los inmigrantes un examen de inglés. Los aborígenes eran regidos por las leyes de flora y fauna del país. Desde entonces, multitud de grupos blancos han luchado a favor de sus derechos e intentado romper los mitos de que el aborigen es un borracho, ignorante y criminal.
Un referéndum, promovido por la clase media blanca en 1967, mostró que el 90,77% de la población estaba a favor de conceder la nacionalidad australiana a los aborígenes.
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