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Neutrino

Ahora la soledad ya no es un lujo poético ni un retiro espiritual, sino una imposibilidad física. Si un cosmonauta melancólico decide darse una vuelta por el espacio, sabe que un enjambre de neutrinos se estrellarán contra su escafandra y dejarán sus cadáveres convertidos en gelatina microscópica, sobre la encristalada mirilla. Y aunque el cosmonauta no los vea, están allí. Los científicos han descubierto recientemente que el universo flota en un océano de partículas materiales. Una vez confirmado, el descubrimiento puede tener repercusiones importantes en cosmología y ciertamente sorprendentes en política. Si los neutrinos son corpúsculos de masa, aunque infinitesimal, habrá que desechar la vieja idea del vacío vacío y la más actual de la cabeza vacía. A partir de esta teoría, los investigadores revisarán cómo anda la atmósfera después de darse un golpe con los rayos cósmicos; y los comités de listas de los partidos qué hacer con algunos candidatos con la corteza cerebral untada de miel para engolosinar a los neutrinos y hacerse así con una masa pensante y poco dada a la obediencia. Estamos en vísperas de una revolución de alcance. Con el hallazgo de los sabios japoneses, ya no parece tan disparatada la idea de Rita Barberá acerca de la capitalidad cultural de Valencia. Puede que antes de embarcarse en el plan, frustrado quién sabe por qué oscuros intereses, la alcaldesa llevara años capturando tan abundantes como imperceptibles partículas, con una red de mariposas y mucho sacrificio. Aunque parece más verosímil que Eduardo Zaplana, en sus viajes a Tokio, hubiera firmado un acuerdo comercial para la importación subrepticia de algunos quintales de neutrinos, con ánimo de enriquecer el encéfalo de sus colaboradores y el suyo propio. De ser así, ha debido quedarse corto en la compra. Porque no se comprende cómo desde una derecha mazorral se proclame de centro radical y solicite apoyo social, para rematar su proyecto político, es decir, para rematarnos. Una de dos: o no ha calculado bien el déficit de masa o los japoneses, que se las saben todas, le han remesado una partida de neutrinos locos.

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