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Gloriosa cruzada

DÍAS EXTRAÑOSRAMÓN DE ESPAÑA Los productos derivados del cannabis vuelven a estar de moda. ¿O es que nunca dejaron de estarlo?... Los últimos números de Ajoblanco y El gato encerrado ponen la marihuana en portada, y mi viejo conocido Felipe Borrallo, al frente de la Fundación Ramón Santos, vuelve a la carga con su proyecto de legalización del canuto que ya le ha llevado a enfrentamientos con la ley y al banquillo de los acusados en más de una ocasión. Curiosa cruzada la que ha emprendido el amigo Felipe. Supongo que se cansó de ser librero y de escribir guiones de cómics (tuvo, si es que no la tiene aún, una librería en la plaza del Pi y contribuyó al nacimiento del Makoki de Gallardo y Mediavilla a finales de los setenta) y abrazó una causa redentora: convencer a la sociedad de los beneficios para el organismo de esos porros que se lleva fumando desde que le conozco. Personalmente, estoy a favor de la legalización del hachís y de la marihuana, como también lo estoy de que se haga lo propio con la heroína y sus derivados, el crack, el Special K o ese PCP que se toma James Brown cuando considera que ha llegado la hora de zurrar a la parienta, ser detenido por la policía y aparecer en la portada del National Enquirer. A fin de cuentas, las drogas, incluido el alcohol, son como las armas: los resultados de su acción dependen del usuario. Por eso, los alcohólicos conviven con los bebedores moderados y los politoxicómanos de fin de semana con los muertos vivientes que te piden dinero por las esquinas. Aunque mi experiencia personal juvenil con el hachís y la marihuana fue desastrosa (yo quería ser un chaval alternativamente correcto, pero lo único que conseguía era un estado de contundente idiotización, unas pesadillas horrorosas y unos dolores de cabeza mortales, así que lo dejé correr enseguida), conozco a todo tipo de canuteros y ninguno de ellos está especialmente hecho polvo. La mayoría fuma poco, y generalmente antes de irse a dormir. Uno de ellos fuma nada más levantarse y, en vez de volver a la piltra de inmediato, sale a la calle dispuesto a comerse el mundo. A algunos los encuentro un tanto atontolinados tras 20 años de consumo de hachís, pero también puede ser que su decadencia creativa sea fruto del hastío y de la falta de ideas. En cualquier caso, ninguno de ellos tiene excesivos problemas ni parece estar a punto de palmarla. Legalicemos, pues, los derivados del cannabis, aunque sea a costa de dejar a Felipe Borrallo sin su santa cruzada, sin nada que justifique su vida. Incluso él lo agradecería, porque le ha pasado cada cosa... Aún recuerdo cuando los Mossos d"Esquadra se presentaron en una plantación que tenía el hombre en algún lugar de la Cataluña profunda a meter la nariz. Borrallo se los quitó de encima exigiendo una orden del juez para fisgar en sus asuntos, pero mientras los muy legalistas policías autonómicos iban a por la orden, apareció la Guardia Civil y le quemó la plantación en un abrir y cerrar de ojos. Con historias como ésta, Felipe se está convirtiendo en un personaje de cómic, se acerca mucho al ideal de Jaime Gil de Biedma cuando afirmaba que él no quería ser poeta, sino poema. Y lo mismo puede decirse del difunto Ramón Santos, cuyo nombre da título a la plataforma canutera del señor Borrallo. Aunque no llegué a conocerlo, todo el mundo me dice que era un tipo estupendo que, en su condición de abogado, se desvivía por sus clientes. Cuando la policía detuvo a un empleado de la revista El Víbora que se personó en comisaría a denunciar el robo de su ciclomotor y descubrió que lo andaban buscando por motivos que ignoro, Ramón Santos fue a sacarle del aprieto y tuvo incluso el detalle de llevarle una piedrecita de hachís. Lamentablemente, en el intercambio, que se pretendía discreto, la china fue a parar al suelo, muy cerca del zapato de un policía nacional. De este modo, cliente y abogado fueron enchironados y hubo que llamar a otro leguleyo para que los sacara a los dos. Historias como ésta han servido para divertir en sus tertulias a los aficionados a los tebeos durante los últimos 10 años, pero supongo que para Felipe son parte de su lucha y merecen ser tomadas muy en serio. La verdad es que a mí también me gustaría emprender alguna cruzada: lástima que mis actuales adicciones, la coca cola y el chocolate Lindt, sean legales.

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