Ruda metáfora
El conflicto entre los poderes políticos del mundo y los artistas constituye uno de esos temas recurrentes que afloran de vez en cuando, bajo formas más o menos directas, en las pantallas y en los escenarios. Se trata en esta ocasión de un Papa del Renacimiento italiano que pretende pasar a la posteridad mediante el trabajo de un artista pintor al que encarga la realización de un Juicio Final en la capilla correspondiente. El pintor no sólo es honesto y algo anticlerical, lo que le plantea problemas de conciencia a la hora de aceptar un encargo que, por otra parte, no puede rechazar, sino que además guarda un secreto que bien pudiera llevarle a la hoguera de la Inquisición. Con este material como base, que no constituye precisamente novedad alguna, Alberto Miralles ha confeccionado un texto grandilocuente y esquemático, de esos que contienen esas perlas altisonantes tan desagradecidas para decirlas con alguna naturalidad, que, aparte de convertirse en un cierto repaso a los malos hábitos de la Iglesia de aquel tiempo, corre serio peligro de deslizarse poco a poco hacia el simple y antiteatral bla-bla-bla. Es el texto el principal responsable de que aquí todo se declame y casi nada se interprete, como también lo es de que los personajes tengan la escasa sustancia de los arquetipos mil veces repetidos. Pero también es cierto que Gerardo Malla no ha considerado conveniente esforzarse en dotar de algún dinamismo a su puesta en escena, de modo que muchas veces parece que asistamos a una especie de prolongada foto fija sobre la que ni tiempo ni acontecimientos harían la menor mella. Así las cosas, la interpretación resulta tan convencional como el resto, por más que Malla haga un Papa de mucho porte y Galiana trate de agarrarse a un personaje que tiene pocas asas. El resumen está próximo al aburrimiento.
Píntame la eternidad De Alberto Miralles
Intérpretes, Gerardo Malla, Manuel Galiana, Cipriano Lodosa, Carmen Martínez. Iluminación, Rafael Echeverez. Vestuario y escenografía, Ana Garay. Dirección, Gerardo Malla. Teatro Principal. Valencia, 28 de mayo de 1998.
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