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Picadillo de gallo

El reñidero de gallos de Borriana es una planta baja a la que uno no accede si su jeta inspira recelos en el dueño, o si no es conocido. La entrada oscila entre las 500 y 1.000 pesetas, aunque a veces no se paga, y se puede acudir generalmente cada fin de semana. Dentro, a la izquierda, resalta un pequeño bar-mostrador. Recto, al fondo, hierve el foso, la gallera o reñidero propiamente dicho. Es una circunferencia envuelta por una pequeña pared donde se baten dos gallos de estirpe inglesa. A su alrededor, casi treinta personas están sentadas en varias filas. No hay mujeres, sólo hombres acompañados de algunos niños, a los que los padres llevan para crear afición. Un chiquillo lleva en mano una cámara de vídeo para grabar las bregas y comentarlas después. Las cintas se utilizan también para promocionar a los gallos ganadores en apuestas concertadas de antemano. En este circo, después de diez peleas de media hora, huele líquidamente a la sangre que las aves despiden a chorro durante sus duelos. De hecho, las camisetas de los espectadores de las primeas filas están tocadas de salpicaduras rojas (se recomienda ir vestido de oscuro). Los pollos, como son referidos los gallos de pelea, son entrenados al estilo gladiador y se les curte en riñas de pruebas con monos, los gallos utilizados como sparring. Cuando llega la hora de luchar en serio, son despojados a lo vivo de la cresta y las barbas, puesto que éstas podrían servir como agarradero para el contrincante. También se les rapa parte del cuerpo para ver mejor las heridas infligidas y calibrar si vale la pena o no salvar al gallotras la lucha. Los combates acaban muchas veces con la muerte del ave perdedora, si ésta no es retirada a tiempo. En ocasiones, el pollo vencedor muere después "por estrés, infecciones o pérdida de sangre, sólo sobreviven los que acaban rápido con su contrincante", apunta el veterinario Francesc Àngel Casaní. Como Naranjo, gallo que un joven de Carcaixent vendió por 50.000 pesetas, con fama de terminar con sus rivales en pocos minutos. Por un gallo de pelea medio bien se paga entre 10.000 y 20.000 pesetas; un gallo matador puede alcanzar las 500.000. A los animales se les afila los espolones con vidrio, no se cubren con puyas de acero, como en México. Las espuelas son, junto con el pico, las armas de estas aves que, azuzadas, suelen atacarse locamente al cuerpo y a la cabeza. -Fíjate, dice un compañero de asiento. Ahora nadie jalea y hay silencio. Es porque uno de los gallos ha quedado tuerto y el otro ciego. Un grito podía hacer saltar uno sobre el otro, y decidir la pelea Al final, quedó en tablas, ningún apostante ganó. No es raro el animal que termina burriciego, tuerto o con las cuencas vacías. Los galleros expertos prefieren batir a sus animales en reñideros, puesto que hay una persona que ejerce de "presidente"y controla las apuestas. No hay límite por lo alto (cifra récord conocida en la Comunidad Valenciana: 1.000.000 de pesetas), rara vez suelen bajar de las 20.000, y el público puede jugar. Desde Reus (Tarragona) y Valencia se acercan aficionados al veterano reñidero de Borriana. Cuando el calor arrecia, galleras como ésta, o la de Carcaixent, o la de Carlet, dejan su actividad hasta septiembre. Pero siguen las peleas de calle en Riba-roja, Crevillent, Catarroja o Valencia. Menos regulares, se convocan boca a boca, y las aves se pelean entre un corro de hombres. No siempre hay apuestas, pero jugarse 100.000 pesetas no es descabellado. Dentro y fuera de recinto, las peleas están prohibidas, aunque participantes y espectadores no lo tienen claro. Más bien piensan que está "mal visto". Pese a su ilegalidad, son raras las denuncias. Incluso el jefe de policía local de Borriana, Martín Flores, dice no tener constancia de la existencia de un reñidero en el municipio, "aunque sí de la crianza de gallos." Ciertamente, hay conocidos criadores en Borriana, como también en Vila-Real y Benaguacil. Pero la cría y la exportación de la especie (sobre todo a Latinoamérica) es legal. Como las tientas , peleas de prueba para comprobar la casta del macho, donde los espolones se cubren con fundas. "Yo no pregunto qué hacen con los gallos una vez me los compran", dice Fulgencio el flamenco, criador de Benaguacil, "pero si la fiesta de los toros es aclamada, las peleas de gallos deberían ser toleradas. Ellos llevan en la sangre el atacarse". Existen los argumentos en contra. Según Francesc Àngel Casaní, "el instinto agresivo del animal, buscado genéticamente por el hombre, es condicionado en las peleas, puesto que se le obliga a luchar sin posibilidad de huir". Para Rafael Martínez, responsable jurídico en Valencia de la Sociedad Protectora de Antimales, "el que exista una celebración legal donde un animal sufre, no implica que deban legalizarse otras". Y en la actualidad, hay varias leyes que prohíben la lucha de especies en territorio valenciano. El código penal la considera como falta, no delito, y la castiga con pena de multa de 10 a 60 días. "Generalmente, los jueces suelen ordenar en las multas un pago diario de 500 a 1.000 pesetas, algo que en este caso no resolvería el problema", apunta José Manuel Díez, coordinador en Valencia y su provincia del Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil. En el otro extremo, la ley autonómica 4/1994 sobre protección de animales de compañía las sanciona con pago de uno a tres millones de pesetas. Pero, según Rafael Martínez, "las sanciones no suelen aplicarse, ya que se considerna excesivamente duras". Asimismo, los espectáculos con maltrato de fauna están perseguidos en la Ley 2/1991 del parlamento valenciano, y castigadas con multas de hasta 1.000.000 de pesetas. "Pero también su concreción sobre las peleas de gallos es difícil" afirma el comandante Díez. "Si queremos proceder en un reñidero, necesitamos orden judicial y el juez no acostumbra a concederlas sobre un hecho considerado penalmente como falta". Y en la calle, las peleas, para ser entendidas como tales, deben atajarse en el momento en que se celebran, algo infrecuente. Las fuerzas policiales sólo han abortado en los últimos meses dos combates, en Sagunto y Manises, a cuyos participantes se descubrió in fraganti. En última instancia, la ley autonómica del juego castiga las apuestas no autorizadas con sanciones millonarias, pero la aplicación en este espacio sería muy compleja. Desde todos los puntos de vista, a los gallos les queda mucho que pelear.

La apuesta récord sobre estas riñas en territorio valenciano es de 1.000.000 de pesetas

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