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Alcaldadas

El fin de siglo nos ha salido falaz y hortera por estos pagos. Ciertas palabras de nuestro idioma se utilizan a tontas y a locas, o a tontas pero malas. La mera invocación a la democracia por parte de determinados políticos que no sólo detentan mucho poder, sino que también salen mucho en la tele, constituye de por sí un atentado contra tan sacrosanta forma de gobierno. Al teleadicto le da igual: no sabe, no contesta. De modo que se nos van muriendo el idioma, la inteligencia y, por supuesto, la propia democracia. Y no es sólo una cuestión semántica. El sistema bajo el que vivimos y morimos sin decir ni pío está lastrado por una burocracia complejísima, paniaguadísima, asfixiante, inoperante (véase Doñana). Marcada por una serie de desequilibrios. Descompensada. Y me gustaría subrayar aquí el omnímodo poder que detentan algunos alcaldes como causa importante, entre otras, de dicha descompensación y también del malestar ciudadano. Sí, ya sé que fueron elegidos a través de las urnas, pero ¿les legitima tal circunstancia para hacer, o deshacer, ignorando los deseos de sus administrados?Todos los días leemos noticias horripilantes sobre tales abusos de poder, naturalmente presuntos. La primera página de El País Madrid del sábado pasado nos contaba: a)que el Ayuntamiento de Loeches ha derribado tres casas-palacio del siglo XVIII, protegidas todas ellas como edificios de interés cultural; b)que el Ayuntamiento de Majadahonda va a instalar un circuito cerrado de televisión en su Gran Vía para espiar cuanto en ella suceda, dotándola también con botones de alarma en plena calle y cabinas telefónicas conectadas directamente con la comisaría (el Big Brother y su "policía del pensamiento" cabalgan de nuevo); c)que el Ayuntamiento de Torrelodones construirá un edificio con "zona de copas" incluida frente a la parroquia, del siglo XVI, o eso afirma desde el púlpito el señor cura párroco; d)que Alcorcón quiere aumentar su población en un 30%.

Claro que en todas partes cuecen habas, pues el mismo día leo en The Entertainer que el señor alcalde de Marbella ha reunido a sus huestes para inocularles (en puro estilo kennediano, se dice) la pregunta que deberán formularse desde este momento hasta la culminación del Plan General, a saber: "¿qué puedo hacer para ayudar a mi ciudad?". Por si no se les ocurría la respuesta adecuada, el primer edil se la sopló sutilmente: "Conseguir que la población [102.000 habitantes en la actualidad] tenga 80.000 almas más dentro de cuatro años".

Es un no parar: el lunes me reconfortó la manita que me echaba mi querido Eugenio Suárez en esta nuestra/ su columna, pero el martes me llamaba desesperada mi no menos amiga ni menos colegui Mayte Pascual (por cierto, incluyendo a estos dos, ya somos nueve "seres humanos", y la marea crece y crece). "¡Joaquín, Joaquín, están talapodando los árboles de debajo del Viaducto!", dijo. No podía ser, no y no. Pero, hombre, si estamos en mayo florido y hermoso, con flores a porfía y qué sé yo, la Virgen María contemplándonos encantada, los árboles archibrotados, los pajaritos piando... ¡Noooo! Además, ¿qué dice al respecto el gran arbolista Kenneth W. Allen? Pues dice, ante todo: "...por lo que se refiere a su propia salud, los árboles (ornamentales) suelen tener poca o ninguna necesidad de ser podados...". En cuanto a la estación idónea, afirma: "...la reducción drástica de la copa (desmoches, terciado o descabezamiento) debe llevarse a cabo, en su caso, al final del otoño, o en invierno...".

Por si acaso, me planté en un par de minutos sobre el Viaducto. Era mediodía, lucía el sol, todos podríamos haber sido felices, pero no resultaba posible porque, en efecto, hasta allá había llegado el brazo tonto del excelentísimo Ayuntamiento. Yo allá arriba, acodado en la barandilla eutanásica. Ellos, la maquinita asesina y el equipo arboricida habitual, descansando allá abajo. Los árboles habían sufrido un desmoche acandelabrado, con escamondamiento vertical, y, para mayor inri, les dejaron, por encima de cada muñón superior, una rama tiesa, cual dedo enhiesto, un auténtico corte de manga para los "seres humanos". Y, sin embargo, vamos creciendo.

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