Chirimbolos
DE PASADAHarpo Marx salió del camarote y se metió en la Cartuja para hacer un master de silencio. La Cartuja de Santa María de las Cuevas, donde durmió Colón y vive Américo Vespuccio, invita a la quietud monacal. Guillermo Vázquez Consuegra, como buen arquitecto, sabe que la forma no hace al fondo. El arquitecto que navegó en la Expo no dejó títere con cabeza en su Catilinaria previa al cóctel-presentación del Michelín de la arquitectura. El Prado de San Sebastián fue sede de la Feria y ahora es media Cruz de Mayo. Resucitó el réquiem por sevillanas del Pali sobre la Alameda para criticar la rehabilitación de la Casa de las Sirenas. Cultura del pastiche, del facsímil, un facsismo mussoliniano sin Mussolini. Pidió un rearme moral en la guerra a la vulgaridad: chirimbolos, macetones, marmolillos. El acto transcurrió en la iglesia, donde cuentan que en vísperas de la Expo un albañil volcó un cubo de purpurina sobre el traje de leñador de Jacinto Pellón, que parecía un Polifemo encalado. No estaba el niño en el bautizo, ni el novio en la boda, pero sí había un fiambre en el entierro. La arquitectura ha muerto. Viva el contratista. Allí estaban tres de los cinco fundadores del Cine-Club Vida: Raúl Rispa, Gerardo Delgado y Rafael Utrera. Faltaban Juan Fabián Delgado y Alfonso Guerra. ¿Era guerrista John Wayne? Raúl Rispa, su editor, preguntaba otras cosas en pleno agasape: "¿Ha venido el responsable de la gerencia de Urbanismo? No. ¿Y el consejero de Obras Públicas? No. ¿Y la alcaldesa? No". La Guía recoge obras desde 1920 hasta el 2000. Hay siglos que nacen sietemesinos, como el XVI, que vino al mundo en 1492, y siglos bujarrones, como el siglo XX, cambalache, problemático y febril, que ya era un mozo de 20 años cuando salió de la barriga de la historia bailando el charleston y soltando la bayoneta de la Primera Guerra. Apunten. Fuego: de la época inmovilista a la época inmobiliaria. Víctor Pérez Escolano fue concejal comunista, vivió el parto de la Guía con el PSOE y acudió al bautizo del PP. José Antonio Chacón, director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, era el maestro de ceremonias. Antonio Ortiz cerraba las pláticas. Entre el público, Antonio Cruz, su socio de Santa Justa, construida sobre la necrópolis balompédica de San Benito. La Milagrosa tuvo que emigrar.
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