Muere en Madrid el pintor Lucio Muñoz
El artista abstracto había terminado un mural sobre su visión de "la ciudad inacabada"
El pintor Lucio Muñoz falleció ayer al mediodía en Madrid, a los 68 años, víctima de un cáncer de pulmón. «Se ha ido tranquilo, durmiento, poco a poco», declaró Diego, uno de los cuatro hijos del artista, casado con la pintora Amalia Avia y unido por la amistad y el arte con la generación realista de Antonio López y Julio López Hernández. Muñoz, un abstracto que desde hace 40 años utilizaba la madera como único soporte de sus obras, había terminado un mural de 144 metros cuadrados para el nuevo hemiciclo de la Asamblea de Madrid, que se construye en el distrito de Vallecas. La capilla ardiente se instalará hoy a las 10.00 en el tanatorio de la M 30 y el entierro saldrá a las cuatro de la tarde hacia el cementerio civil de Madrid.
Lucio Muñoz murió en su casa-estudio de Madrid tras agudizarse su enfermedad en los últimos seis meses. Una vivienda que guarda obras de otros artistas que compartieron su amistad, como Antonio López, Julio López Hernández, Amalia Avia, María Moreno, Isabel Quintanilla, Joaquín Ramo, Enrique Gran, los «compañeros en Madrid», como se tituló una exposición colectiva en 1992. El mundo cultural elogió ayer la trayectoria y la generosidad de un artista interesado en «la emoción y la belleza del lenguaje de la pintura», según sus palabras.El artista había terminado hace 20 días un gran mural sobre madera para la Asamblea de Madrid, con una superficie de 12x12 metros. Por su estudio pasaron las 44 piezas que forman el mural, con maderas que Lucio Muñoz dejaba en su jardín, expuestas al sol y a la lluvia, maderas que después rasgaba, quemaba o perforaba hasta definir un collage de su poética del informalismo. «El mural le ha alargado la vida», declaró ayer su hijo Diego. «En el último año era su obsesión, le daba fuerzas y necesitaba seguir en su estudio trabajando las piezas con su equipo. Le tuvo muy emocionado y quedó chafado cuando lo terminó».
El mural se ha empezado a montar en el hemiciclo de la nueva Asamblea de Madrid y en el mismo ha trabajado un equipo de cinco personas, dirigido por el pintor Alfonso Sicilia Sobrino. «Estaba muy satisfecho y creía que era un momento bueno de su obra. Tenía la esperanza de seguir por lo menos diez años y no quería ver que realmente se moría. Para Antonio López y Julio López Hernández, ayer en casa de su amigo, el mural, llamado por algunos ciudad inacabada , es una ciudad sintetizada . «Yo lo veo más como un retablo, sereno, de apariencia sencilla pero de formas con una gran intensidad espiritual», dijo el escultor López Hernández, quien trabajó con Muñoz en el mural de la basílica de Arantzazu, de 1962.
Compañeros en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en los primeros años cincuenta, Lucio Muñoz pasa del realismo a la abstracción tras un viaje a París en 1956, con una beca del Gobierno francés, donde conoce la obra de Dubuffet y Tàpies. Su trabajo informalista se desarrolla en paralelo con el grupo El Paso, sin unirse a los presupuestos estéticos de artistas como Saura, Canogar, Millares, Rivera, Serrano.
Antonio López dijo ayer que el grupo «surge como un destino», no por la voluntad de sus miembros. En la obra de Lucio Muñoz encuentra un punto de partida figurativo, en el paisaje o la figura humano, no sólo la abstracción. Por encima de la identidad artística ponen la amistad de un grupo de hombres y mujeres, artistas, realistas y abstractos. «Es uno de los grandes pintores españoles de este siglo, y en unos momentos en que desaparece la pintura ha sido uno de sus apoyos. Como experiencia personal y los años que hemos vivido en este mundo profesional destaco su gran generosidad: se alegraba de las cosas buenas que pasaban a sus compañeros».
«Santo laico»
López Hernández señala el «camino interno» común entre ellos, al vivir «las mismas cosas». «Me enseñó a estar abierto a la creación artística, a comprender la propia materia. Es un santo laico, que se define por la amistad, el amor, la entrega, la buena disposición, la raíz espiritual de su pintura».La generosidad de Lucio Muñoz sigue presente en el recuerdo de sus amigos, en la misma casa del pintor, donde tenían con Amalia Avia, su mujer, tertulias los viernes. «Lucio defendía lo más moderno, y yo lo sereno y tranquilo», dice López Hernández. Su hijo Diego señala que tenía «locura por la gente joven y participaba con generosidad y pasión como jurado de concursos». «Era inagotable», añade Antonio López. «Sólo conozco otra persona parecida, Luis Gordillo, con esa disposición abierta hacia todo lo nuevo».
La literatura y la música fueron otras pasiones compartidas con sus amigos Halffter, Bernaola, De Pablos, Marco. «Le preocupaba mucho todo lo relacionado con el arte actual, y la música en especial. Le admiraba muchísimo como pintor. Era entrañable, un gran tipo, un personaje humano extraordinario», declaró Carmelo Bernaola, que en los años sesenta compuso una pieza sobre la pintura de Muñoz.
Babelia
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