El museo como encuentro
Escuchaba recientemente en una de las múltiples tertulias que proliferan en nuestro dial radiofónico que no existe un día del año en el que no se conmemore algún tipo de jornada internacional. No sin cierta ironía y dosis de buen humor, uno de los tertulianos señalaba que son tan numerosas estas celebraciones que es probable que llegue un momento en el que en un mismo día se den cita varias de ellas. Pese a que la afirmación resulte un tanto exagerada, creo que es importante destacar el hecho de que, aunque sea de una forma simbólica y periódica, los medios de comunicación dediquen una parte de su tiempo y también de su espacio a reflexionar sobre determinados aspectos de nuestro entorno cultural más inmediato. Este comentario viene motivado por la celebración del Día Internacional del Museo, una jornada a través de la cual se intenta poner de relieve algunos de los problemas que están incidiendo en la realidad museográfica contemporánea. Para este año, el comité consultivo organizador ha resuelto volver a plantear como elemento central de análisis y debate, el tema de la "Lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales", fenómeno que está adquiriendo una especial relevancia en diversos países. Con independencia de este hecho, y teniendo en cuenta que el mismo no afecta de una forma que podríamos considerar como preocupante a la Comunidad Valenciana, desearía aprovechar la celebración de este día internacional para llevar a cabo una reflexión de carácter más amplio. El concepto de museo está redefiniéndose en las últimas décadas debido, fundamentalmente, a dos grandes causas. En primer lugar, por las constantes modificaciones operadas en el territorio del arte, un territorio que, día a día, al trastocar sus fronteras, se encuentra estableciendo nuevos límites a su actividad. En segundo lugar, por la propia crisis operada en el ámbito de nuestra concepción del conocimiento. Fenómenos tan recientes como la "globalización" cultural, la desaparición de discursos explicativos de carácter general, la "virtualización" de la realidad o la recuperación de discursos sustentados en la "otredad", están incidiendo en un espacio que, tal y como sucede con el museográfico, busca abdicar de un papel destinado a cubrir, de forma casi exclusiva, un sentido legitimador. Si hasta ahora el museo ha podido funcionar como una "máquina cultural" destinada a establecer un modelo discursivo único, los espacios museísticos que configurarán el panorama de las próximas décadas tendrán que ahondar en una perspectiva mucho más plural. Frente a un modelo dominado por un carácter sancionador (el museo es el órgano que determina aquello que merece el valor de lo histórico), la nueva concepción que está emergiendo de lo que en su día Douglas Crimp definió como "las ruinas del museo", sirve para articular un espacio "reterritorializado" que se halla destinado, ante todo, al encuentro. El Día Internacional del Museo es una ocasión inmejorable para tener presente que los hábitos culturales generados por nuestra sociedad requieren planteamientos plurales. De igual modo que la conciencia contemporánea ha asumido la desaparición de un pensamiento sustentado en la oposición simplista de modelos duales y contrapuestos, nuestros museos no pueden continuar generando un discurso monolítico que intente imponer un modelo cerrado de historia o de saber. Es por este motivo por lo que cuando concebimos el museo como espacio de encuentro, lo que estamos intentando transmitir es una doble necesidad: la idea del museo como estructura ágil de intercambios y, en especial, como ámbito de movilidad conceptual. Nuestra mirada debe ir dirigida, por ello, a la consecución de un proyecto que sea capaz de asumir sus propios límites, es decir, que esté posibilitado para reconocer la necesidad de una constante revisión. Recientemente, durante el desarrollo del Simposio Internacional sobre Problemática Museística, encuentro que tuvo lugar en el Museo de Bellas Artes de Valencia, se hizo un especial hincapié en este hecho. Sólo a través de la integración de otras realidades podemos conformar una realidad que sepa respetar la pluralidad y que, a su vez, pueda potenciarla. Como consecuencia de ello, es partiendo del intercambio y del encuentro desde donde podemos elaborar un discurso que no busque la imposición de modelos cerrados. Saber encontrar nuevas vías de comunicación y dinamización constituye, por tanto, el objetivo que ha de impulsarnos en nuestro trabajo, un trabajo que sólo puede alcanzar su sentido más pleno en la propia multiplicación de funciones y de discursos que el museo tiene que saber asumir de cara al próximo siglo.
Consuelo Císcar es directora general de Promoción Cultural, Museos y Bellas Artes.
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