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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pacto o primarias

E L ACUERDO entre el PSOE y Nueva Izquierda (NI) para presentar listas conjuntas en las elecciones municipales y regionales de Madrid abre a los electores madrileños posibilidades más estimulantes que en el pasado más reciente. Es previsible que la derecha proponga a los actuales gobernantes: Álvarez del Manzano para el Ayuntamiento de la capital y Alberto Ruiz-Gallardón para la Comunidad. En virtud de este pacto tendrán enfrente a Joaquín Leguina y a Cristina Almeida. Un doble duelo que a primera vista ofrece más juego que otras combinaciones ensayadas sin éxito.Es la primera vez que PSOE y NI llegan a un acuerdo político, y hay que valorarlo en el contexto de una corriente cada vez más explícita por un reagrupamiento de la izquierda. Falta por saber qué hará Izquierda Unida, que en la Comunidad de Madrid gobierna varios ayuntamientos en coalición con el PSOE. El tiempo dirá si este primer paso es, como se ha interpretado con malicia desde las filas de IU, una absorción encubierta de NI por el PSOE. En cualquier caso, es una opción legítima desde el momento en que refuerza las probabilidades de éxito de la izquierda moderada en las locales y regionales. Una de las explicaciones que con mayor frecuencia se han esgrimido para explicar los sucesivos éxitos del PP en Madrid, muy especialmente los dos mandatos de Manzano en la alcaldía, es la incapacidad del PSOE para encontrar candidatos con la fuerza política y el tirón popular necesarios. El tándem Leguina-Almeida trata de cubrir ese vacío.

Pero una de las consecuencias inmediatas del pacto firmado por la Federación Socialista Madrileña (FSM) y Nueva Izquierda es la anulación parcial de la fórmula de primarias. El acuerdo establece que Cristina Almeida, presidenta de NI, encabezará la candidatura conjunta a la presidencia de la Comunidad, mientras que el número uno de la candidatura conjunta a la alcaldía deberá ser elegido por el PSOE. En este caso podrá haber elecciones internas siempre que haya un candidato alternativo a Leguina, pero no así en las listas de la Comunidad. Las primeras voces discrepantes han manifestado la incoherencia de sacrificar la fórmula de primarias justamente cuando acaba de estrenarse con un grado de aceptación tan alto por parte de los militantes socialistas y del conjunto de la sociedad.

El dilema tiene difícil respuesta. Los partidos políticos tienen derecho a pactar entre sí y a presentar las listas que ofrezcan mayores garantías de éxito electoral; los ciudadanos tienen derecho además a exigir a los partidos las mejores opciones políticas posibles para cambiar las cosas. Cristina Almeida y Joaquín Leguina presentan sin duda dos perfiles políticos que se pueden medir con posibilidades de éxito al PP. Pero algunos destacados dirigentes del PSOE criticaban ayer el secretismo con el que se han llevado las negociaciones -difícil de obviar cuando se discute de candidaturas- y, sobre todo, ponían en cuestión que se sacrifique, en aras de una supuesta eficacia en las urnas, un procedimiento de elección que ha contribuido a revitalizar la política española en las últimas semanas.

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No hay respuestas terminantes para esta controversia, pero tampoco conviene magnificarla y convertirla en un factor de división. Una parte importante de las discrepancias se origina por la falta de rodaje del sistema de primarias dentro del PSOE, cuyos máximos responsables deberían haber previsto la eventualidad de un acuerdo con otra fuerza política. Dejando al margen los personalismos inevitables que se traslucen detrás de esta batalla, los militantes madrileños del PSOE tendrán que valorar ahora si el acuerdo con Nueva Izquierda mejora sus perspectivas electorales y si les compensa renunciar al proceso de primarias allí donde puedan encontrar un candidato con más tirón. El tiempo ayudará a institucionalizar el papel de las primarias, y no sólo en el PSOE. Mientras tanto, lo importante es no convertir en un pretexto para el enfrentamiento lo que tan sólo es un caso de inmadurez.

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