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La eclosión del espíritu castizo

Colas, tradición madrileña y miles de personas se citaron ayer en torno a la ermita de Sa Isidro para festejarlo.

Es el 15 de mayo el día del año en que mejor se escucha y se capta el deje castizo en la manera de hablar de los madrileños. En la pradera de San Isidro a todo el mundo le daba ayer por-ha-blar-muy-des-pa-ci-to. Marcando mucho las sílabas y sin separar las palabras. El casticismo, la chulería y el espíritu madrileño, que durante todo el año parece como si no existieran, afloran a lo bestia desde el paseo de la Ermita del Santo y se extienden por toda la pradera cada festividad de San Isidro. Allí acudieron ayer miles de madrileños a festejar al patrón de la capital. Unos hacían cola para beber el agua del santo, otros para besar su imagen. Había cola para pedir una ración de calamares, y según iba avanzando la mañana, cada vez más dificultad para moverse entre las decenas y decenas de puestos (de rosquillas, de churros, de frutos secos, de globos de colores, de patatas fritas, de gallinejas o de entresijos) que surcan la pradera del Santo.El buen tiempo pudo ser uno de los principales culpables de la inmensa cola que se formó para beber el agua de la fuente del santo: bajaba desde la ermita, giraba y volvía a subir. Una hora costaba llegar hasta el preciado líquido. Lo curioso es que muy pocos eran capaces de explicar sus propiedades ni por qué merecía la pena esperar tanto tiempo para beberla. "¿Qué tiene esta agua? Ah, eso quisiéramos saber nosotras. Pero donde va Vicente, va la gente. Dicen que es milagrosa, pero el Señor dará salud a quien Él quiera", dijo una señora. "Somos un poco masoquistas, pero esto es una tradición", agregó sin más su acompañante.

Tampoco supieron cómo explicar muy bien lo del agua una familia que, desde la abuela hasta el pequeñajo, de medio metro, habían acudido vestidos de chulapos. Llevaban una hora en la cola cuando uno de ellos confesó: "¿El agua del santo? No sé si será milagrosa, pero venimos todos los años. Es por tradición". En eso llega uno de los mayores con una botella de plástico en la mano. Es aguardiente que verterá en el botijo que rellenen con agua de la fuente de San Isidro. Pero antes habrán bebido los niños. "Es una buena combinación: como el agua es santa y esto también...", justificó el portador del botijo.

Apareció entonces una mujer para dar una explicación. Primero apuntó que para ella es una obligación hacer la cola cada 15 de mayo. "La tradición dice que el agua del santo no te da fiebres. Esto viene de que las verduras que se comían antes los madrileños tenían bichitos de la huerta. El santo convirtió estas aguas en medicinales", explicó esta mujer.

No podía faltar en este recinto el maestro Izquierdo, el más famoso de todos los organilleros, un hombre que no ha faltado a ninguna cita de San Isidro desde que Tierno fue alcalde de Madrid (mirando la cola de los que esperan beber el agua del santo, dijo que ésta no procede del manantial de la Ermita, sino que llega de Lozoya). Junto al organillo del maestro Izquierdo siempre había corro de gente: unos bailaban y otros miraban. Este experto en las fiestas madrileñas dijo que hay muchísima gente que sabe bailar el chotis, que se baila bien, pero que se ha extendido un estilo con el que él no está muy de acuerdo. "Hoy todos bailan a la pata coja, como las cigüeñas. No se puede abusar tanto de eso. El chotis tiene muchísimos pasos más", explica.

Tampoco podían faltar los barquilleros de la familia Cañas. Rafa, uno de sus miembros más jóvenes, los vende al estilo tradicional: es la barquillera la que al girar decide cuántos de estos dulces se lleva el comprador, que siempre paga lo mismo. Rafa vende unos 200 barquillos al día. Y en uno de los puestos que se dedican a las rosquillas, tontas o listas, se las tenían que arreglar para deshacerse de los 5.000 kilos que prepararon para estas fiestas. Que el negocio vaya bien o mal depende del tiempo. Y en San Isidro, lo saben todos, siempre llueve. Al radiante sol que lució por la mañana lo apagó una fabulosa tromba de agua que cayó en mitad de la tarde.

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