«Recé a Dios para que lo parara»
Antonio Prisco nunca olvidará el ruido que provocó el alud de lodo que se abatió sobre su pueblo. «Pregunté a Dios qué estaba sucediendo. Pero cuando lo descubrí, recé para que lo parara». Prisco, de 42 años de edad, se encontraba con su mujer y sus tres hijos el martes en su casa de Sarno, uno de los lugares golpeados más duramente por la avalancha de barro que el martes devastó algunos pueblos al sur de Italia.Ese día, la mujer de Prisco quiso salir a dar un paseo. Pero él prefirió permanecer en casa. «Poco después, el edificio comenzó a temblar», relata con voz ronca. Cuando descubrió lo que estaba pasando, Prisco corrió con su familia y los vecinos al tejado. Desde allí, creyeron estar viendo una pesadilla. Dos inmensas lenguas de fango avanzaban a cada lado de la calle de su edificio de cuatro pisos. El lodo empezaba a colarse por las ventanas del tercer piso.
Durante toda la noche, quemaron papeles para atraer la atención. A la mañana siguiente, los helicópteros les rescataron. A todos menos a uno: murió un anciano. «Perdí la voz de tanto gritar para llamar la atención. Además grité para que la gente se apartara de la riada», declaró. El barro casi ha desaparecido de la calle, pero en casa de Prisco todavía llega hasta la rodilla y casi todas las pertenencias de la familia están destrozadas.
Por otro lado, Estados Unidos se sumó a los esfuerzos de rescate ayer por la mañana. La Armada envió desde Nápoles un convoy de 15 vehículos con excavadoras, ambulancias, camiones frigoríficos y tiendas de campaña. Unos 40 hombres de la VI Flota norteamericana, con base en Nápoles, trasladaron todo el equipo de emergencia hacia el pueblo de Quindici, uno de los más afectados por la avalancha de lodo.
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