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Estrategia de contrarios La trayectoria de Bancaixa y la CAM dificulta la fusión deseada por el poder político

Cristina Vázquez

La idea de crear una gran caja de ahorros valenciana, producto de la fusión de las entidades con sede en la Comunidad Valenciana, se ha demostrado tan vieja como ilusoria. Ya en la década de los años 80, el anterior Gobierno socialista se propuso reducir el mapa de cajas valencianas de las 10 existentes entonces a una o dos. Los gobernantes apelaban en aquella época al tamaño como fórmula para sobrevivir a la competencia financiera creciente. Aquel Consell, que pilotaba el socialista Joan Lerma, consiguió acercarse al objetivo, pero no lo culminó, y el abanico crediticio se redujo de una decena de entidades a cuatro: Bancaixa, CAM, Caixa Ontinyent y Caixa Carlet. Pese al cambio de gobierno en la Generalitat, ocupado ahora por el Partido Popular, la presión política por conseguir una gran caja valenciana no ha cesado. El director del Instituto Valenciano de Finanzas de la Generalitat, José Manuel Uncio, exponía hace unas semanas en una entrevista su deseo de que las cajas valencianas colaboraran más estrechamente y coordinaran sus estrategias. Los hechos han demostrado, sin embargo, antes y ahora, que el deseo de los políticos discurre en sentido contrario al de las cajas. Las dos principales entidades valencianas, Bancaixa y la CAM, han hecho lo imposible para evitar su hipotética fusión. "En la Federación Valenciana de Cajas de Ahorros [que aglutina a todas las entidades con sede en la autonomía] era difícil actuar conjuntamente. No hubo forma", explica uno de sus ex responsables. Uno de los primeros intentos de articular un proyecto común fue la creación de una sociedad de intermediación de valores, que fracasó estrepitosamente. Tampoco fue posible en su día la implantación de sistemas informáticos compatibles. Es una guerra soterrada. Los planes de expansión desarrollados por las dos entidades desde mediados de los años 90 han llevado a Bancaixa a penetrar en el territorio natural de la CAM (Alicante y Murcia) y a esta última, en el dominio de la primera (Castellón y Valencia). Esta política, impecable desde el punto de vista de la competencia, ha agravado enormemente la superposición de redes, hasta el punto de que de llevarse a cabo la fusión el cierre de oficinas sería importante en algunas zonas de la Comunidad. Este mismo razonamiento se puede aplicar al número de empleados de los grupos de Bancaixa y la CAM, que superan en la actualidad los 10.000. Más ejemplos. Cuando la Federación de Cajas planteó una actuación conjunta para las cuatro entidades de cara a optar por una tarjeta de crédito, Bancaixa se inclinó en el último momento por la Visa Electrón, mientras las otras tres se decantaron por Master Card. La competición por ser más relevante que la otra ha rayado en ocasiones la esquizofrenia. Así se demostró en la operación de compra del Banco Sanpaolo. Directivos de Bancaixa y la CAM descubrieron que iban a la caza de la misma pieza a las puertas del despacho donde se tenía que cerrar el acuerdo de compra. Fue la CAM quien se llevó el gato al agua. La política de inversiones de las dos cajas también ha sido diferente. Mientras Bancaixa ha concentrado sus inversiones en iniciativas relacionadas con el negocio financiero (adquisición del Banco de Valencia, del Banco de Murcia, etcétera), la CAM ha hecho incursiones en Retevisión, Hansa Urbana y Adolfo Domínguez, entre otras muchas. El último episodio de esta carrera se produjo el pasado 30 de abril. Bancaixa (con una participación del 5%) se presentó junto a France Telecom y el Banco de Santander al concurso por la tercera licencia de telefonía móvil, mientras la CAM formaba parte de la oferta competidora, que lidera Retevisión. Sólo caben algunas excepciones a este tipo de comportamiento, y es su participación conjunta en el accionariado del parque temático de Terra Mítica y en el Hospital de Alzira, proyectos ambos promovidos por la Generalitat. Mientras todo esto sucedía han surgido además argumentos de peso que desaconsejan la fusión por el simple hecho de ganar tamaño. "La unión de ambas entidades valencianas no la colocarían por delante de Cajamadrid, por poner un ejemplo", apunta un experto financiero. "Además el tiempo ha demostrado que la gestión puede ser tan decisiva o más que el tamaño para una caja", añade. Por otro lado, la implicación de Bancaixa y la CAM con las empresas valencianas (un gran número trabaja con ambas entidades) podría disminuir, ya que si fueran una sola entidad, ésta estaría obligada por el Banco de España a diversificar el riesgo de sus inversiones y, en muchos casos, perdería cuota de clientes. El cierre de oficinas tendría semejantes consecuencias. Y, por último, para la fusión de las dos cajas se requiere el apoyo de dos tercios de sus respectivas asambleas, un porcentaje que hoy por hoy no tiene ninguna fuerza política por sí sola, por lo que se haría necesario un pacto. Alguien podría decir, no obstante a lo anterior, que todo es posible, pero nunca los hechos han contradecido tanto a las grandes declaraciones.

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Sobre la firma

Cristina Vázquez
Periodista del diario EL PAÍS en la Comunitat Valenciana. Se ha ocupado a lo largo de su carrera profesional de la cobertura de información económica, política y local y el grueso de su trayectoria está ligada a EL PAÍS. Antes trabajó en la Agencia Efe y ha colaborado con otros medios de comunicación como RNE o la televisión valenciana À Punt.

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