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Entrevista:

RICARDO TOJA PINTOR "Las exposiciones del arte se han convertido en un reclamo turístico"

Las pinceladas cortas y meticulosas, cargadas de color, y los trazos cuidados de los dibujos de Ricardo Toja (Gordexola, 1932) han creado una colección de obras inspiradas en los paisajes que le rodean en los últimos años. Enmarcados entre los acantilados de Barrika o la silueta de la bahía de Plentzia aparecen en sus cuadros, caracolas, faros y frutas, mezclados con el sextante que heredó de su padre. "Son paisajes que han tardado 20 años en llegar a los cuadros", dice Toja. "Cuando vivía en Madrid, durante casi 30 años, pintaba los paisajes del País vasco. Cuando vine a Plentzia, pintaba Gordexola". La serie de cuadros que recogen los paisajes que rodean su estudio de Plentzia se exponen en la galería Ederti (Alameda de Rekalde, 37) de Bilbao hasta el día 23. "Son paisajes con cosas", define Toja. "Pinto sobre el recuerdo de los sitios en que he vivido, como en una ensoñación", explica Toja. "No puedo plantarme con un caballete y pintar lo que tengo enfrente". Las pinturas revelan la herencia artística que recibió de José Mari Ucelay. "Es el pintor más importante y más curioso que ha dado el País Vasco, con mucha diferencia. Lo hizo muy bien, con un surrealismo muy particular, un estilo y una luz extraordinarios". Al echar la vista atrás, la memoria de Toja rescata también el nombre de Jorge Oteiza, el hombre que en la posguerra "despertó" a toda su generación . "A finales de los años 50, Bilbao era un páramo cultural. Si no viene Oteiza, todavía estábamos dormidos. Llegó un hombre moderno, con aspecto de Hemingway, pletórico de fuerza, que me impactó. Fue un contagio, nos cogió a un grupo de jóvenes con inquietudes artísticas y nos adoctrinó". Toja ha seguido como un espectador atento y aventajado la evolución del interés social por el arte y la aceptación de las nuevas propuestas de los artistas. "Me impresiona que ahora los chavales hagan una copia de Kandinsky para llevar al colegio, ¡si yo me enteré que existía Kandinsky a los 25 años!", reconoce con optimismo. "Tengo curiosidad en ver que resulta de toda la información artística que están recibiendo los jóvenes. Hemos dado un salto inimaginable. Hasta hace pocos años oía discutir a Picasso en Bilbao. Ahora, en cambio, todo el mundo va a los museos. Será para bien". Toja acepta, sin embargo, que alrededor de las artes plásticas se ha generado una moda, con objetivos muy distantes de los estrictamente artísticos. "Se organizan las grandes exposiciones para que la gente se acerque a las ciudades, el arte se ha convertido en un reclamo turístico", dice. "Es beneficioso, porque si la gente se acerque a ellas, puede dejar un poso". Toja cree que en la misma proporción ha crecido el prestigio social de quienes se dedican a la creación artística. "Antes no te dejaban estudiar pintura porque era una carrera sin porvenir, era de fracasados o locos. Ahora da igual estudiar una cosa u otra, porque ninguna tiene futuro. El prestigio del artista es extraño. Creen que eres algo, cosa que es ridícula". Toja asegura que su trabajo frente al cuadro es algo parecido al de las bordadoras, una tarea de horas y horas. "No sé acabar los cuadros, cuando firmas una obra es el reconocimiento de un fracaso", afirma en una demostración de buen humor. "Mientras las obras están a medias, crees que va a llegar una nueva manera de pintar que va a ser genial", concluye. "Cuando acabas te das cuenta que es igual al año anterior".

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