El factor Borrell (y Almunia con él)
EL FACTOR Borrell está teniendo ya efectos en el conjunto del panorama político. Fue primero el sondeo de Demoscopia el que situaba al nuevo candidato diez puntos por encima de Aznar en las preferencias de los electores. Por supuesto, se trataba sólo de un síntoma, porque las elecciones no se disputan entre dos candidatos: se supone que algunos o muchos de los que prefieran a Borrell sobre Aznar votarían a Anguita o a otros candidatos en unas elecciones multipartidistas. Pero otro sondeo publicado ayer otorgaba al PSOE una ventaja de tres puntos sobre el PP, cuando las últimas encuestas conocidas colocaban al partido de Aznar entre dos y cuatro puntos por delante.Esto no significa que la partida esté jugada, pero sí que han cambiado las condiciones en que va a disputarse. Simplificadamente: hasta hace una semana se consideraba casi seguro que Aznar, fortalecido por el éxito económico que simboliza la entrada en el euro, ganaría las próximas elecciones, y que Almunia tendría que esperar a la siguiente ocasión. Ahora no sólo no se da eso por seguro, sino que comienza a considerarse probable que sea Aznar quien tenga que esperar otra oportunidad para cumplir su promesa de retirarse tras gobernar durante dos legislaturas consecutivas.
A la luz de estas reacciones iniciales, el resultado de las primarias puede interpretarse sencillamente como la decantación de la mayoría de los afiliados socialistas por el candidato con más posibilidades de ganar a Aznar. Tal vez una parte de los que han votado por Borrell piense incluso que Almunia sería mejor presidente del Gobierno, pero difícilmente podría hacerse la prueba sin ganar antes las elecciones. Es lógico que eso sea lo prioritario para el militante de cualquier formación, pero cada vez hay más indicios de que esa apuesta es compartida por buena parte del electorado potencial de izquierda y centro-izquierda. La presencia de Borrell y de otros dirigentes del PSOE en las manifestaciones sindicales del Primero de Mayo, después de 14 años de ausencia, es un guiño en esa dirección. Algo que sin duda preocupará a Anguita pero que ya inquieta al PP. Basta ver las reacciones del portavoz del Gobierno y sus hooligans: están rabiosos porque no ha habido ruptura.
El acuerdo al que han llegado es razonable. Para ganar, Borrell necesita acceso directo a la opinión pública y un programa que pueda defender con convicción. Pero también un partido cohesionado. Sin él vale poco la brillantez dialéctica y todo lo demás. La presencia de Almunia al frente del partido es una garantía para el candidato, que no parece especialmente dotado para las tareas internas y que difícilmente encontraría entre sus fieles a alguien con la autoridad del secretario general. Porque la derrota ha devuelto un Almunia con menos poder pero con más autoridad: más querido por los militantes y respetado por la opinión pública.
El nuevo panorama trastoca las expectativas de Aznar, y tal vez su calendario. No podrá ya seguir fiándolo todo al euro, ni siquiera con la baza adicional de la reforma fiscal. Si Borrell es capaz de aglutinar el voto de izquierda, lo lógico es que el PP intente reforzar su imagen centrista. Pero que la imagen del Gobierno sea hoy una combinación entre la risa floja de Miguel Ángel Rodríguez y las expresiones de locutor de la Cope de Álvarez Cascos no debe resultar muy tranquilizador para los ministros que aportan el componente centrista. Presentar la victoria de Borrell como «la crisis del PSOE» es una actitud que recuerda la del niño que ahuyenta el miedo gritando.
La hipótesis de un adelanto electoral para evitar que se consolide el factor Borrell refuerza la posición de los sectores del PP que ya lo reclamaban para capitalizar el efecto euro. Sin embargo, hay dudas de si eso no favorecería las expectativas a lo Jospin del candidato socialista: ganar por sorpresa aprovechando la marea de las primarias. Quienes prefieren esperar a que esa marea amaine tenían grandes esperanzas en un enfrentamiento Borrell-Almunia. Nunca es tarde para la bronca, pero de momento tienen motivos para sentirse defraudados por la forma en que ambos han resuelto el reparto de funciones. A falta de la sangre que buscaban, los medios adictos a Aznar ya han iniciado el acoso a Borrell.
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