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FIESTAS

Ana María Matute da el pregón del Dos de Mayo en la Carlos III

Ana María Matute apeló ayer a su condición de cinéfila en ejercicio para transformarse en una Humphrey Bogart entrañable y viejecita. "Siempre nos quedará Madrid", les avisó a las autoridades en el Aula Magna de la Carlos III de Getafe donde pronunció el pregón inaugural de las fiestas del Dos de Mayo. La escritora catalana, símbolo vivo de tolerancia y afecto, relató con voz sabia cómo las cosas importantes de esta vida le habían ocurrido siempre, qué curioso, en la capital.

El presidente regional, Alberto Ruiz-Gallardón, la había presentado como una "intelectual sin concesiones, una escritora de sueños", pero también como "cuentista de primera fila". Y así, como quien cuenta el cuento agridulce que dictan los años, la autora de Olvidado rey Gudú fue repasando los episodios emocionantes de su vida en la meseta. Porque "Barcelona es mi casa, pero Madrid", reveló, "es la fiesta". "Me da un poco de miedo pronunciar este pregón", susurraba Matute ante la atenta mirada del rector de la universidad, Gregorio Peces-Barba, el consejero de Educación y Cultura, Gustavo Villapalos, y docenas de representantes de la vida política y universitaria de Getafe. Pero enseguida se embaló por esa infancia salpicada de historias oídas con la respiración contenida, de tardes en el teatro Fontalba "con esas zarzuelas en las que la gente se decía las cosas cantando", de los faroleros a los que veía prender los candiles desde su entresuelo en la calle de José Abascal. Era aquél un Madrid iniciático, en el que descubrió el colegio - "con sus castigos, con aquellas monjas tan serias y tremendas"-, pero también el amor. El amor y el dolor, casi cogidos del brazo. "Quien crea que los niños no se enamoran se equivoca. Él tenía ocho años, yo tenía seis. Ese niño se murió y supe por vez primera lo que significaba la ausencia de quien había provocado en mí algo maravilloso", dijo.

"Sueño estropeado"

Fue un discurso breve, emocionante. "¿Qué es la vida sino un gran sueño estropeado?", se preguntó la novelista. Y prosiguió su recorrido sentimental por aquella ciudad a la que se llegaba en un tren nocturno y jaranero, en la que las losetas de la Castellana olían "a ceniza seca y hojas húmedas", en la que la pobreza se combatía "con la alegría de compartir los bollos fritos". Madrid, ese rincón donde Ana María Matute también descubrió la vergüenza: "Fue haciendo de angelito en una primera comunión. Me hice pipí y todo el mundo me miraba". Matute cobrará un millón de pesetas -igual que Camilo José Cela el año pasado- por este pregón, pronunciado ante un auditorio que asistía con la invitación en la mano. El consejero de Cultura, Gustavo Villapalos, justificó el gasto como una inversión en prestigio. Hay intención, en el futuro, de publicar en libro esta serie de pregones.

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