La resaca del Este
LAS ELECCIONES en el land de Sajonia-Anhalt indican que bajo un solo Estado sigue habiendo dos Alemanias: en términos sociales, económicos e incluso de comportamiento político. La unificación, sólo lograda en parte, le está pasando factura a su gran artífice, el canciller Helmut Kohl. La resaca de la incorporación de la antigua Alemania del Este está cuestionando su liderazgo y forzándole a confirmar el respaldo del partido a su candidatura, con la que trata de alcanzar un quinto mandato como canciller. Los democristianos de la CDU ha perdido una tercera parte de los votos en Sajonia-Anhalt, la mayoría de los cuales han ido a parar a la Unión del Pueblo Alemán (DVU), un movimiento de extrema derecha impulsado y financiado por el editor del mismo signo Gerhard Frey, originario de Múnich. Cuando la extrema derecha -los antiguos republicanos o el Partido Nacional de Alemania (NPD)- parece en declive en el Oeste, brota en el Este.
Nunca antes en la historia de la República Federal un partido de ese signo había pasado de la nada a un 13% de los votos. Pero si bien esa irrupción podría evocar el fantasma del meteórico ascenso del nazismo, no se pueden extrapolar los resultados electorales de esa región, y en general de la antigua RDA, al conjunto de Alemania. Mucho menos al conjunto de Europa, pese al crecimiento de los partidos extremistas de derecha en algunos países. Sajonia-Anhalt, caldo de cultivo para movimientos neonazis, tiene la tasa más alta de paro en Alemania (25%), pese a las inversiones realizadas para modernizar su aparato productivo. La mayor parte de los votantes de la DVU son jóvenes en paro.
Los socialdemócratas han avanzado algo en estas elecciones, pero no lo suficiente para gobernar en solitario. No quieren apoyarse en el Partido del Socialismo Democrático (PDS), neocomunista, que se mantiene por encima del 19%. Ni los liberales ni los verdes -de nuevo en marcado contraste con lo que ocurre en el Oeste- han entrado en el Parlamento nacional, por lo que se puede perfilar un Gobierno socialdemócrata en minoría con la tolerancia del PDS, o abrirse paso una gran coalición local entre el SPD y los democristianos.
Pero lo rechaza de plano el candidato socialdemócrata a la cancillería, Gerhard Schröder, quizá porque es una posibilidad abierta en el ámbito nacional que no hay que airear demasiado antes de las elecciones generales del 27 de septiembre. Ante ellas, le honra a Kohl haber rechazado de plano los cantos de sirena en sus propias filas que le sugerían, tras el desastre electoral en Sajonia-Anhalt, un giro a la derecha en materia de inmigración y extranjería.
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