El Gobierno admite el tirón electoral de Borrell, pero atacará su perfil izquierdista
El Gobierno ha recibido con sorpresa y cierta inquietud la elección de José Borrell como candidato del PSOE a la presidencia del Ejecutivo. Los populares ya "le tenían cogido el punto" al secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, y la candidatura de Borrell les abre algunas incógnitas. Desde el Gobierno se reconoce que la imagen de Borrell es más arrolladora que la de Almunia, pero también ofrece un perfil "más izquierdista" y , por tanto, puede dificultar la recuperación del voto socialista por el centro, aunque lo gane por la izquierda. "Es más Jospin que Blair", le define el Ejecutivo.
Desde La Moncloa y desde el Partido Popular, en general, se daba por hecha la victoria de Joaquín Almunia en las elecciones primarias socialistas. Pensaban que la dirección del PSOE tenía amarrado el proceso electoral y que el resultado final no iba a dejar margen alguno para sorpresas. Por ello, el triunfo contra pronóstico de Borrell ha creado cierta inquietud en el Ejecutivo por que arroja incertidumbre sobre el futuro. Admiten que el tirón de la imagen de Borrell es superior al del actual secretario general y que, en este momento, existe un "efecto Borrell" que puede movilizar al electorado socialista que optó por la abstención en las elecciones de marzo de 1996. No obstante, el Gobierno cree que tiene margen temporal para diluir este efecto, ya que persiste en su idea de agotar la legislatura.
Pero el Gobierno también cree que Borrell tiene un punto débil: su perfil izquierdista, que le puede enajenar votos en las clases medias. El Ejecutivo del Partido Popular va a tratar de explotar al máximo esta imagen que, de algún modo, el propio Borrell cultivó cuando en la campaña de las primarias insistió en que se situaba a la izquierda de Almunia.
Vista al pasado
Desde el Gobierno se atribuye a Borrell el mantenimiento de posiciones "socialdemócratas dogmáticas" que se traducen en "esquilmar impuestos a las clases medias", para lo que se acude a su etapa de secretario de Estado de Hacienda. También se le acusa de fomentar el "intervencionismo estatal", con la puesta en marcha de "planes faraónicos" en su etapa de ministro de Obras Públicas, y en definitiva, de "ser más un Jospin que un Blair". El Gobierno utilizará el referente del primer ministro británico, el laborista Tony Blair, que no ha cambiado la reforma impositiva de la conservadora Margaret Thatcher, para contraponerlo a Borrell, crítico con la actual reforma del impuesto sobre la renta que ha elaborado el Gobierno popular. No obstante, la referencia clave del Gobierno para conocer el comportamiento de Borrell y sacar conclusiones políticas será el debate sobre el estado de la nación, los días 11, 12 y 13 de mayo. El Ejecutivo admite que se le ha planteado un reto nuevo al ser Borrell y no Almunia quien se enfrente al presidente, José María Aznar en el hemiciclo.
La baza fuerte de la que disponía Aznar, con la celebración del debate parlamentario a los pocos días de la entrada de España en la Unión Monetaria, queda contrarrestada con la irrupción de Borrell, que será la gran novedad del debate.
En Moncloa se tiene la idea, a priori, de que la renovación de Borrell se iniciará desde la izquierda, creándole serios problemas a la coalición que dirige Julio Anguita, para avanzar luego hacia el centro. Si el debate del estado de la nación confirmara esta estrategia de Borrell, el Gobierno trataría de reforzar sus posiciones y su equipo por el centro.
No obstante, el Partido Popular aún no se siente presionado para seguir el ejemplo del proceso de elecciones primarias, teniendo en cuenta que todavía se desconoce su final. Queda la última palabra de Almunia en el Comité Federal del PSOE del 9 de mayo. Entonces se decidirá si en el PSOE empieza a funcionar una bicefalia o Almunia deja su cargo y aboca al partido a la convocatoria de un congreso extraordinario. Desde el Gobierno se cree que, incluso en el primer caso, el PSOE se vería obligado a entrar en un complicado proceso de reorganización.
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