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EL NACIMIENTO DEL EURO

Boyer prevé que España crecerá más que sus socios si sabe adaptarse al euro

Fue en 1988 miembro del comité que, junto con Jacques Delors, sentó las bases de la unión monetaria, pero la cascada de devaluaciones de la peseta en 1992 y 1993 le hizo cambiar de opinión sobre el proyecto. Ahora, en vísperas de la cumbre europea que seleccionará los países que accederán al euro, Miguel Boyer opina que «no se puede dar marcha atrás» pero sigue advirtiendo sobre los riesgos que entraña el proyecto, aunque también reconoce: «Si se adapta a la disciplina del euro, España tendrá más crecimiento que sus socios».

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«España, Portugal o Italia nunca tuvieron otra opción que acompañar a Alemania y a Francia en este proyecto, si ambas iban adelante, porque de lo contrario sufriríamos tremendos ataques especulativos y un aislamiento político muy duro», declaró el ex ministro de Economía de Felipe González en una entrevista con EL PAÍS. «Confiemos en poder mantener el esfuerzo de convergencia de los dos últimos años», prosiguió. «A diferencia del Benelux, de Austria o incluso de Francia, España ha logrado el 70% del cumplimiento de los criteros de convergencia en estos últimos 24 meses (...) Hubiese sido más tranquilizador que llevásemos más tiempo cumpliendo los requisitos de Maastricht».

Para que el proceso sea sostenible y España no resulte perjudicada hace falta que se cumpla con más rigor aún del previsto, según el ex superministro de Economía, el criterio de inflación de Maastricht y que se acate, además, otra exigencia que no figura en el tratado, la convergencia en los costes laborales unitarios.

Inflación idéntica

«No bastaría», explica, «con que nuestra inflación se situase tan solo un 1,5% por encima de los tres países miembros más virtuosos, como estipula el Tratado de Maastricht (...) Si nos separásemos varios años sucesivos de esa media, sería un desastre; el alza de los precios nos haría perder demasiada competitividad, que ya no podremos compensar con depreciaciones (...) Para que esto no suceda, nuestra inflación debe ser idéntica en promedio a la de los países centrales de la Unión Europea». Boyer recuerda que entre 1985 y 1992 los precios en España subieron un 17% más que en la media de la Unión Europea pero, gracias a las devaluaciones de 1992 y 1993, «se pudo compensar la desviación y la balanza de pagos pasó de un fuerte déficit al superávit». Más le preocupa aún al ex ministro un criterio no recogido en Maastricht pero, según él, de primordial importancia: los costes laborales unitarios, es decir la relación entre salarios y productividad de los trabajadores.

En el periodo 1985-1992 se disparó en España un 22% por encima de la media europea y, entre 1994 y 1997, ya en la recta final de la convergencia, la desviación fue todavía de casi cinco puntos, aunque se ha podido mitigar dejando caer un 4,5% el tipo de cambio.

«Estas cifras ilustran», afirma Boyer, «que el mayor riesgo» que corre España al adoptar el euro «es el de una desviación al alza en precios y, más aún, en salarios, respecto al promedio europeo, y que ya no podrá ser corregida con los mecanismos tradicionales».

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