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Tribuna:CONVERGENCIA Y DESEMPLEO
Tribuna
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Lo que queda por hacer

Los gobiernos desarrollan una "función de preferencias" que sirve para definir sus objetivos y la forma de cómo toman sus decisiones. La jerarquía natural de estas preferencias ha sufrido una mutación en los últimos tiempos no teniendo que esperar el establecimiento de los criterios de convergencia hacia la Unión Económica y Monetaria para observar qué control de inflación y contención del déficit público primaban sobre lo que venía a ser el principal objetivo económico de los gobiernos después de la II Guerra Mundial. La finalidad básica de la actividad económica es el consumo, por lo que el objetivo natural de todos lo gobiernos es garantizar el empleo a todos los que desean trabajar, principio recogido en nuestra y en muchas de las constituciones de los países de nuestro entorno. Con el pleno empleo se alcanzan los medios para satisfacer las necesidades y aspiraciones de consumir, maximizando de esta manera el producto nacional del futuro.

Crecimiento y pleno empleo son objetivos prioritarios, fácilmente alcanzables en los mercados de libre competencia y ya que en expresión de R. Lucas: Los mercados perfectos se vacían, es decir, están siempre en pleno empleo y si no lo están es porque no son lo suficientemente flexibles para alcanzarlo.

Con este dogma neoliberal hemos asistido en todas partes a una inversión casi generalizada de estos objetivos de crecimiento y pleno empleo, cambiándolos o anteponiéndoles los de control de la inflación y equilibrio en las cuentas públicas y exteriores de las naciones. La jerarquía de los objetivos ha quedado completamente invertida y las preferencias por la estabilidad de precios y control del déficit exterior y público se expresan de manera absoluta.

El camino hacia un tipo de cambio único requería una serie de criterios que, además de hacerlo creíble, hiciesen factible que fuese aceptado por los países del núcleo duro. Alemania, como país ancla del sistema, exigió que los criterios fuesen más macroeconómicos y más inclinados al control de la inflación (y, por lo tanto, a los tipos de interés y déficit público, para evitar el efecto expulsión) que hacia criterios microeconómicos más adecuados para el establecimiento de áreas monetarias óptimas.

Fuese como fuese, Europa optó por el control de la inflación como objetivo prioritario y por ello renunció a un mayor crecimiento económico. Esta renuncia a un punto, o más, de crecimiento ha repercutido de una manera notable en el empleo, y por ésta y otras causas el paro, que en Europa alcanzaba el 4% en 1975, llega hoy a significar un 11 %.

España en 1975, año en el que para muchos comienza nuestra transición política, tenía, al igual que Europa, una tasa de paro del 4%. Cuando Felipe González llega al poder coge la economía española con un 15% de paro mientras que la europea tenía un 8% de tasa de desempleo. Hoy el paro en nuestro país es del 20%, duplicando los parados de la UE y siendo la cifra más alta de todos los países que la OCDE considera desarrollados. La economía española ha tenido, en los últimos 22 años, un crecimiento similar al de la economía de los países de la UE, pero no obstante la tasa de paro se ha mantenido "tozudamente" en el doble a pesar de que, como vimos, partíamos de un mismo nivel.

Con la crisis energética y, sobre todo, cuando España se prepara para la entrada de la UE y ocurre la reconversión industrial se consolida la divergencia entre el paro español y el europeo a pesar de que entre 1983 y 1988 crecimos a un ritmo medio del 3,4% y Europa lo hizo al 2,8%.

El desmantelamiento de la industria de base, la terciarización y desindustrialización de la economía, el regreso de emigrantes, el ingreso de la mujer en el mercado de trabajo y las ganancias de productividad para hacer mas competitiva la economía son algunas de las causas del mantenimiento de esa divergencia con Europa en el desempleo.

¿Saben ustedes que, más o menos, la variación de la tasa de desempleo es igual a la variación del PIB menos las ganancias de productividad?

Las ganancias de productividad han estado cerca de 1,5 puntos por encima de las europeas en los últimos 22 años. Para los próximos años, y dados los cambios en la estructura en nuestro PIB, parece que nos podremos situar en una tasa de productividad del 2% anual y dadas nuestras necesidades de puestos de trabajo, parece necesario que nuestra economía crezca entre el 3,5% o 4% para eliminar la diferencia con el resto de los países europeos aunque sea en 20 años.

Pero es bien cierto que la fórmula de variación del desempleo no es del todo exacta y que realizando reformas del mercado de trabajo, que no son tema de este escrito, podrían alcanzarse reducciones en los niveles del paro sin tener que llegar a crecimientos de nuestra economía tan elevados.

La flexibilidad de las empresas para adaptar las plantillas a los tiempos de competencia en los que ya estamos y que se acentuará con la entrada del euro es, en muchos casos, una necesidad de supervivencia empresarial aunque en otros no sea así.

Un punto de crecimiento equivale a unos 120.000 puestos de trabajo por año o lo que es lo mismo a un 1% de aumento del empleo y la convergencia con Europa no nos ha costado menos cada uno de los últimos años.

Ya hemos aprobado, ya estamos en la UE, pero mucho me temo que sigamos "enfriando la economía" ya que los objetivos últimos seguirán siendo la contención de la inflación y la estabilidad presupuestaria.

Si equilibrar el presupuesto se convierte en el criterio principal de la política fiscal abandonando la idea de que es un instrumento anticíclico, mucho me temo que el objetivo de crecimiento y pleno empleo siga sin cumplirse.

El control del gasto público es necesario en una economía estrecha para evitar el efecto expulsión de las empresas de los mercados financieros al subir los tipos de interés dado la fuerte demanda de dinero del Estado para cubrir el servicio de su deuda, pero el efecto financiero, si es que alguna vez lo hubo, queda diluido con la globalización de los mercados y la ampliación de los mismos debida a la moneda única.

Renunciar a los efectos coyunturales, no utilizar el presupuesto ante perturbaciones asimétricas en ausencia de política cambiaría y con una política monetaria dirigida por el BCE me parece renunciar a acortar el plazo para la convergencia en las tasas de desempleo con la economía europea.

No hay verdades eternas y por ello se debe meditar sobre la prioridad de los objetivos ahora que hemos alcanzado la moneda única. Es indudable que hemos de cumplir los planes de estabilidad, pero también es prioritario alcanzar unas tasas de empleo superiores a las que tenemos.

Es buena verdad que pronto entraremos, en una etapa de disminución de la población en nuestro país, pero hasta alcanzar niveles de desempleo del 4% como teníamos hace 22 años son muchos los planes que tenemos que hacer con la cada vez menor población y de más edad que vote a los políticos con la esperanza de que no interviniendo en demasía en la economía si pongan los elementos necesarios para que de verdad se cumpla la máxima neoliberal de que los mercados se vacían (alcanzan el pleno empleo) de forma automática.

Ernesto Mata López es consejero secretario general financiero de Unión Fenosa.

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