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Tribuna
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No hay que tener miedo a la democracia

La falta de democracia interna de los partidos ha sido y es una de las principales rémoras de nuestro sistema político y origen, junto con distintos factores, de otros problemas que enturbian su calidad. Las grandes y pequeñas corrupciones, el clientelismo y, por supuesto, el desinterés de los ciudadanos y ciudadanas por la política y, en general, por la cosa pública son algunas de las consecuencias negativas que de todo ello se derivan. Se comprende así el entusiasmo suscitado entre militantes y simpatizantes del Partido Socialista y el interés que fuera del mismo ha provocado la iniciativa de someter a la elección libre, directa y secreta por todos los militantes del candidato a la presidencia del Gobierno. Lástima que algunos dirigentes del Partido Popular no hayan manifestado hasta ahora sino desdén. Tan sólo muestran sus todavía endebles convicciones democráticas, lo que no es ninguna novedad. Más preocupación deben producirnos algunas reacciones vertidas en el seno del Partido Socialista que dejan entrever recelos, miedos e inseguridades sobre el buen criterio de los militantes. Tal actitud de desconfianza casa mal con las ideas de pluralismo y renovación democrática.

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Los militantes de los partidos y los ciudadanos no debemos tener miedo ni recelo ante las consecuencias de las prácticas democráticas. Aceptando el envite, José Borrell ha demostrado su fe en la democracia y en la posibilidad de un proceso igual y transparente. La convulsión democrática en la que están implicados desde el llamado "aparato" hasta el último afiliado del PSOE no sería tal sin el paso adelante dado por José Borrell, a pesar de que debamos a Joaquín Almunia la decisión inicial de someter su candidatura a la elección de los militantes. No se trata de esperar a que el Gobierno de la derecha caiga por su peso cuando la economía vaya a peor, se manifiesten con más crudeza las desigualdades que su acción diaria soterradamente está provocando, la mercadotecnia de la que se rodean no sirva y colmen su correspondiente dosis de corrupción.

No podemos esperar a que desmonten, poco a poco y de forma casi imperceptible, el entramado del Estado de bienestar y los todavía insuficientes pero importantes mecanismos de promoción de la igualdad de oportunidades, en los que especialmente las mujeres tanto nos jugamos y por lo que muchas hemos trabajado con ahínco.

Por ello tenemos que elegir el mejor candidato, el que nos permita aunar fuerzas progresistas de izquierda y sea capaz de arrebatar a la derecha el protagonismo social y político que ostenta. Admitido que cualquiera de los dos candidatos puede ser un buen presidente de Gobierno y teniendo en cuenta que las diferencias ideológicas entre uno y otro son poco apreciables, la personalidad, el carisma y el talante de cada uno de ellos pasa a primer plano.

Arrebatar a la derecha su actual predominio social y político es difícil, pero no es imposible. La primera condición es tener voluntad y empuje para hacerlo. La brillante capacidad dialéctica de José Borrell y sus cualidades comunicativas posiblemente sean armas imprescindibles para generar la convicción y la confianza necesarias de los ciudadanos en el proyecto de gobierno.

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No olvidemos, además, que para muchos simpatizantes y para los militantes más antiguos, que conocen bien la historia del PSOE desde Suresnes, Borrell encarna un cambio más real de las élites del partido y cataliza la ilusión por una más audaz renovación de la izquierda.

En una sociedad globalizada en la que la economía crece, las desigualdades persisten y el paro no disminuye fácilmente, es cada vez más difícil tomar decisiones políticas que garanticen la cohesión social, el desarrollo sostenible y la solidaridad entre personas, grupos sociales y territorios muy diversos. Los numerosos intereses en conflicto que desde la izquierda hay que enfrentar para transformar la realidad exigen una actitud imaginativa y arriesgada. Su acreditada resistencia frente a las presiones territoriales, su larga experiencia política en diferentes niveles de la Administración del Estado y su enérgica y eficaz gestión de responsabilidades de Gobierno garantizan un enfoque atrevido y al mismo tiempo realista del proyecto político del Partido Socialista.

Hace falta una izquierda centrada, preparada técnica y políticamente, inteligente e imaginativa, capaz de plantear nuevos retos y ofrecer alternativas, nítidamente diferenciadas de las de la derecha. Explicar adecuadamente a los ciudadanos cómo se van a financiar las pensiones y la política sanitaria, cuál será la política fiscal y la monetaria, cómo se controlará el déficit o la inflación o cómo se generará empleo es esencial. La excelente capacidad pedagógica de Borrell será extremadamente útil a la hora de explicar las razones que obligan a adoptar, demorar o aplazar soluciones.

Arrebatar el protagonismo social y político a la derecha significa aunar los esfuerzos dispersos de todos aquellos movimientos sociales que trabajan por mejorar las condiciones de vida y las oportunidades de aquellos sectores más necesitados. Las asociaciones de mujeres, de jóvenes, humanitarias y defensoras del medio ambiente realizan una labor inestimable no siempre reconocida y valorada desde los partidos que, en demasiadas ocasiones, sólo ven en ellas ámbitos sobre los que ejercer una influencia traducible en votos. El mecanismo debiera ser justo el contrario. Los partidos deberían convocar a las ONG a participar en el diseño de aquellas políticas que más directamente les afectan.

La democracia paritaria, como instrumento de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, no se puede quedar sólo en lo numérico, sino que ha de trascender a la toma de decisiones y traducirse en políticas de igualdad de oportunidades que beneficien a todas las mujeres y no sólo a aquéllas que estén en los círculos del poder y "sean de confianza". Durante los Gobiernos socialistas, las mujeres hemos avanzado extraordinariamente en lo legal y en lo educativo. Los problemas todavía sin resolver y los retos planteados exigen soluciones imaginativas nada fáciles. Borrell, consciente de la manipulación de la que con frecuencia ha sido objeto el movimiento asociativo, se ha comprometido en sus intervenciones a integrar los planteamientos feministas en su programa.

Todas las consideraciones precedentes nos llevan a pensar que en estos momentos la mejor alternativa al Gobierno del PP es que sea Borrell quien compita con Aznar para alcanzar el Gobierno de España en las próximas elecciones, si de verdad se quieren ganar dentro de dos años y no de seis. Sin lugar a dudas, que Joaquín Almunia no dimitiese como secretario general alejaría los riesgos derivados de la existencia de un solo líder carismático. Las personas que firmamos este artículo, mujeres militantes del PSOE, que trabajamos y creemos también en un movimiento feminista autónomo de los partidos políticos, esperamos que, sea cual sea el resultado el 24 de abril, Borrell y Almunia estén a partir de ese día, desde las responsabilidades que les corresponda asumir, más comprometidos con las reivindicaciones de las mujeres y más convencidos de que la izquierda necesita integrar ideológica y prácticamente al feminismo para poder ganar las elecciones y gobernar eficazmente.

Firman: Carlota Bustelo, Paz Fernández Felgueroso, Tina Alarcón, María Luisa Álvarez, Purificación Causapie y Elena Valenciano, militantes del PSOE.

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