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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La gente quiere paz

LA MAYORÍA de los habitantes de Irlanda del Norte, católicos o protestantes, quiere la paz, pero los militaristas de ambas comunidades la temen. El atentado que el viernes por, la noche costó la vida a un taxista católico en Belfast ilustra las dificultades del proceso, su fragilidad: unos pocos pueden estropearlo todo si consiguen hacer arrancar de nuevo una dinámica de provocaciones y represalias recíprocas. La única esperanza es que la dinámica contraria, la del olvido y la reconciliación, adquiera tanta fuerza que haga desistir a los terroristas de ambos bandos. De momento, es esperanzador que el consejo del primer partido del Ulster, el Unionista de David Trimble, respaldara ayer, con mayor holgura de la esperada, el proceso de paz. El resultado de la votación (540 a favor, 210 en contra; 72% frente a 28%) es casi idéntico al de la última encuesta conocida, que indica que el 73% de la población -de ambas comunidades- apoya el acuerdo suscrito la semana pasada. El respaldo obtenido por Trimble es en principio una garantía con vistas al referéndum de mayo. Existía el temor de una mayor resistencia interna por efecto de la presión del unionismo radical de lan Paisley. Tras el referéndum se celebrarán elecciones autonómicas, y es lógico el temor de que ese sector capitalice el eventual descontento de la comunidad protestante; especialmente si sigue la violencia, aunque sólo sea por parte del terrorismo disidente. Aunque vistas en perspectiva las cosas son más complicadas, en lo inmediato el acuerdo supone la modificación de un statu quo que favorecía a la comunidad protestante a cambio de la renuncia a la violencia por parte del republicanismo. Si la paz no se hace visible, es de temer que el fundarnentalismo orangista se beneficie electoralmente, e incluso que comprometa el resultado del referéndum. Por eso, ahora más que nunca, el afianzamiento de la dinámica de paz en cada comunidad depende también de los gestos y pronunciamientos que vean en la otra. Es evidente que la satisfacción con el acuerdo fue mayor entre los católicos: sabían que cualquier cambio en el statu quo sólo podía ser a su favor. En contrapartida van a aceptar con su voto el principio de que el Ulster siga formando parte del Reino Unido mientras así lo desee la mayoría de sus habitantes. Contra lo que in Euskadi han vendido algunos nacionalistas, quienes en Irlanda del Norte han invocado siempre el derecho de autodeterminación -es decir, la prioridad del criterio personal sobre el territorial- han sido los unionistas. Eran los republicanos quienes lo negaban en nombre del principio de las nacionalidades, que ellos interpretaban como derecho a un único Gobierno para un territorio geográfico claramente delimitado: la isla de Irlanda. En los años setenta y ochenta, y en parte por influencia de la moda marxista, los nacionalistas del Sinn Fein y del IRA asumieron el derecho de autodeterminación, pero reclamando su ejercicio simultáneo en toda la isla, lo cual resultaba contradictorio con el principio personal. Ese equívoco ha permitido, sin embargo, el acuerdo que el Sinn Fein se apresta a respaldar. . Se tomará su tiempo antes de hacerlo. La asamblea que celebra desde ayer en Dublín planteará toda clase de objeciones al texto de Stormont, y seguramente retrasará la decisión al máximo. Está en el estilo de ese partido y es algo con lo que se contaba: forma parte de la retórica necesaria para convencer a su brazo armado. Lo importante es que al final se sume a lo que sin duda desea la mayoría: que nadie vuelva a recurrir a la violencia para reclamar lo que considere su derecho.

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El principal partido político del Ulster apoya masivamente el acuerdo de paz
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