Los jemeres rojos exhiben el cadáver de Pol Pót en una cabaña de la selva
Pol Pot ha muerto, y esta vez la noticia es cierta. El fallecimiento del sanguinario líder de los jemeres rojos camboyanos, de 73 años, se produjo el pasado miércoles por la noche debido a un fallo cardiaco. Un reducido grupo de periodistas occidentales fue invitado a observar ayer el cuerpo sin vida del hombre cuyo régimen de terror causó casi dos millones de muertos en Camboya durante la segunda mitad de la década de los setenta. El cuerpo se hallaba en una humilde choza, donde vivía junto a su esposa, en u aldea situada a un kilómetro de la frontera con Tailandia, semicubierto, sobre una cama baja y con un paipáy en la almohada.
La desaparición del veterano guerrillero se había dado por segura en 1997, pero quedó desmentida cuando en junio de ese año fue procesado y condenado por un tribunal popular jemer por ordenar el asesinato del jefe de defensa de la guerrilla maoísta. Desde entonces se encontraba bajo arresto domiciliario de por vida y sus antiguos camaradas manifestaban su intención de entregarlo para que fuera juzgado por un tribunal internacional por delitos contra la humanidad.
EE UU intensificó en las últimas semanas las presiones a China y Tailandia para colaborar en la captura del hombre que sembró el terror en el país del sureste asiático entre 1975 y 1979 al desencadenar un genocidio que causó la muerte de cerca de dos millones personas, entre ellas ancianos y niños, obligadas a trasladarse de la ciudad al campo y que acabaron en los tétricos campos de exterminio.
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