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Yeltsin deberá emplearse a fondo para que la Duma acepte a Kiriyenko

El enroque del presidente ruso, Borís Yeltsin, al deshacerse de su primer ministro durante más de cinco años, Víktor Chernomirdin, y sacarse de la manga al casi desconocido Serguéi Kiriyenko está muy lejos todavía de haber tenido éxito. La Duma (Cámara baja del Parlamento) rechazó el viernes a su candidato, y el líder del Kremlin tendrá que emplearse a fondo si quiere evitar que vuelva a ocurrir lo mismo. La salida sería entonces mandar a los diputados a casa y anticipar elecciones.Kiriyenko, un ex banquero de 35 años con sólo cuatro meses de experiencia como ministro, sorprendió por su serenidad y dominio del escenario a unos diputados que se empeñan en considerarle un juguete en manos de Yeltsin, una etiqueta que él contribuye a fijar al definirse como "un absoluto independiente", que no obedece a nadie "excepto al presidente".

Con un estilo de economista de Harvard, el candidato dibujó un retrato bastante exacto de los males que sufre Rusia, aunque sin gancho para el hombre de la calle. Respondió con precisión, rapidez y seriedad de empollón a las preguntas de los diputados. Sin embargo, fue incapaz de ofrecer una sola idea original para alimentar la esperanza de un cambio de rumbo. Su promesa de "un Estado fuerte, unas autoridades fuertes y un Gobierno fuerte" no significa nada, toda vez que es Yeltsin quien puede deshacer el nudo o apretarlo aún más.

Así que la Duma hizo lo que cabía esperar y rechazó la candidatura. Pese a todo, el resultado fue sorprendente. Aunque necesitaba 226, el número de votos favorables (143, con 186 en contra) fue mucho más elevado de lo que se esperaba tras oír a los portavoces parlamentarios.

La suerte de Kiriyenko dependerá de las negociaciones que se desarrollen a partir de mañana y del empeño que ponga Yeltsin. Hasta ahora ha combinado el uso del palo (amenaza de disolución de la Duma) y la zanahoria (reunión de la Mesa Redonda con los líderes políticos), pero sin ceder un ápice en lo sustancial.

Desde la oposición comunista, nacionalista e incluso liberal se le exige un Gobierno de coalición o de confianza nacional y un drástico cambio de rumbo. El líder del Kremlin ha rechazado ambas posibilidades, seguro de poder ganar. Los comunistas juran y perjuran que las elecciones no les asustan y que seguirán en sus trece.

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