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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Avispero palestino

ISRAEL, A los 50 años de su nacimiento, está viviendo en 1998 un periodo crucial de su existencia: aquel en el que el proceso de paz con el pueblo palestino, iniciado con la firma del acuerdo de Washington en 1993, se salva o perece. El último avatar en una sucesión interminable de escollos para esa paz lo constituye el asesinato el pasado 29 de marzo de Mohiedin el Sharif, uno de los jefes militares de Hamás, la máquina de terror integrista. Las circunstancias de la desaparición de El Shanif -conocido como el ingeniero número 2 por su habilidad en el manejo de explosivos, tras Yehya Ayache, el ingeniero número 1, también asesinado- son representativas de las dificultades del proceso de paz israelo-palestino. La policía de Yasir Arafat asegura que el terrorista fue muerto por sus correligionarios de Hamás; Israel proclama su inocencia; el movimiento integrista desmiente el ajuste de cuentas interno; y otras voces apuntan a que pudo ser la policía palestina a quien se le quedó en las manos El Sharif cuando lo torturaba. Expertos israelíes respaldan esta última teoría al afirmar que su muerte parecía un accidente de trabajo debido al exceso de celo con que fue maltratado.Para Arafat, lo más importante es parecer un moderado en sus tratos con Israel sin perder el apoyo de la mayoría de su pueblo, lo que significa golpear a Hamás, pero de forma encubierta; para Hamás, es anatema todo avance en el proceso que no garantice un Estado palestino soberano a plazo fijo; y para Israel, nada mejor que el comienzo de una guerra intrapalestina que retrase la evacuación de más territorios. Todas las partes tienen intereses que limitan las opciones de paz.

Por añadidura, el cincuentenario de Israel acumula recuerdos y delicadas introspecciones. Una serie de 22 capítulos que, loablemente, emite la televisión pública israelí ha sufrido severos ataques de la derecha en el poder por decir verdades evidentes: que cientos de miles de palestinos fueron expulsados por las tropas israelíes en la guerra de 1948, o que no es cierta la vulgata sionista de que Palestina era un territorio sin pueblo cuando comenzó la colonización judía, por ejemplo.

El medio siglo de existencia no va camino de ser el de la madurez, cuando Israel la necesita más que nunca. La única salida sería una retirada pronta y extensa de mucho más de ese ridículo 9% del territorio, que se sabe que plantea Netanyahu, y una actitud decidida de Arafat, apoyada en esa eventual evacuación, de sofocar toda intentona terrorista, pero sin tortura ni represión. Por último, dominando la negociación, sólo Estados Unidos puede garantizar que la paz se haga realidad. Lamentablemente, nada de todo ello se perfila todavía en el horizonte.

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