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FÚTBOL, 32ª JORNADA DE LIGA

El Racing para al Celta

El equipo cántabro logró dar la vuelta a un resultado adverso

El Racing paró los pies al imparable Celta, el mismo equipo que dio buena cuenta del Barça hace una semana. Su victoria, obtenida a base de coraje y de corazón, rompe el maleficio que persigue tenazmente al cuadro racinguista. Hacía siete jornadas que no ganaba un partido. La veleidosa rueda de la fortuna se puso, por una vez, de su lado.De este modo, pierde de vista la boca del lobo del descenso. Tras la épica remontada de ayer, queda claro que el Racing aún está vivo y no parece dispuesto a hundirse en las arenas movedizas de la parte baja de la tabla. La victoria racinguista fue una vez más el triunfo de la fuerza y de la desesperación. Hasta el minuto 68, el cuadro cántabro estaba a merced del Celta, que dominaba en el marcador y también en el juego. Un cabezazo del uruguayo Correa obró el milagro. Un equipo moribundo, un navegante sin brújula que navegaba a la deriva, sacó fuerzas de no se sabe donde y se convirtió en un Hércules capaz de derribar la muralla defensiva construida por Jabo Irureta.

A partir del gol número 14 del jugador uruguayo, auténtico estandarte ofensivo del Racing, el cuadro cántabro apretó los dientes, puso cerca al área viguesa y fruto de la pasión que animaba sus acciones llegó-la victoria, tras un remate de cabeza del ruso Bestchasnyk.

Aunque las cosas llegan cuando tienen que llegar, el Celta perdió consistencia defensiva tras la marcha por lesión del central Eggen, auténtico baluarte, sobre todo, en el juego aéreo. En su presencia, nadie fue capaz de rematar de cabeza como lo hicieron Correa y Bestchasnyk cuando el jugador vigués ya no estaba en el campo.

Nando Yosu había puesto precio a la cabeza de Mazinho. La consigna era segar la hierba bajo los pies que marcan el ritmo del Celta. Sin embargo, el preparador cántabro se mostró mucho más permisivo con el ruso Valery Karpin, que jugó con entera libertad de movimientos. Durante la primera mitad, el centrocampista vigués estableció una auténtica jerarquía de valores. El centro del campo era él y nada más que él y sus fintas, regates y asistencias. El resto era periferia que obedecía sus órdenes. Las acciones individuales de Karpin propiciaron dos claras opciones de gol malogradas por el delantero Cadete, que falló solo ante Ceballos.

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