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Tribuna
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Nueces

Si es verdad que los detenidos del comando Andalucía han declarado a la policía todo lo que ayer publicaban Abc y El Mundo es que se trata de activistas sin escrúpulos, por supuesto, pero también sin fuertes convicciones. En el caso de las Brigadas Rojas, la periodista Marcelle Padovani ya registró en su día que la última generación de activistas se distinguía de la de los fundadores en una cierta desideologización que les hacía más propensos a desmoronarse. La creciente despolitización de los miembros de ETA ha sido detectada por investigaciones académicas que han demostrado que el motivo fundamental para ingresar en la organización no es tanto la identificación con los fines políticos como la adhesión a sus métodos.Una de las paradojas resultantes de esa preferencia por los medios es que la perspectiva de alcanzar los fines es vivida como una amenaza (para la supervivencia de la organización). De ahí, la estrategia de a la vez exigir la negociación y hacerla imposible mediante condiciones irrealizables. De hecho, ETA no se ha planteado nunca su autodisolución. Así lo constataba Kepa Aulestia en un artículo publicado en EL PAÍS (2-11-1995): " La violencia termina adueñándose de quienes la emplean o la secundan, imponiendo formas de organización y expresión que garanticen su perpetuación". Su antecesor como secretario general de Euskadiko Ezkerra, Mario Onaindia, había escrito ya en 1986 que no conocía "ningún documento ni ninguna declaración de ETA militar o de algún adlátere autorizado en el que esta organización se comprometa a abandonar las armas no ya si consigue la alternativa KAS, sino incluso si Euskadi alcanza la independencia". (EL PMS, 11-9-1986).

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Ambas citas se reproducen en una tesis doctoral de Florencio Domínguez Iribarren sobre Estrategia organizativa y actividades de ETA que ahora publica la Universidad del País Vasco. Se trata de una investigación, excepcional por muchos motivos, que combina el análisis de textos internos -inéditos en su mayoría con la indagación sociológica. Uno de los testimonios citados es el del ex diputado abertzale Letamendia, quien califica de "hecho curioso" el sometimiento de la "base politizada de HB a la dirección ideológica de una organización, ETA, cuyos militantes presentan un nivel escaso de formación". No es imprescindible dominar la dialéctica marxista, y ni siquiera la historia del nacionalismo vasco, para disparar contra concejales desarmados. Letamendia constata incluso cierto "antl-intelectualismo" motivado por el recuerdo de la influencia de los sectores "que leían más" en las escisiones maoístas o trotskistas del pasado. Alfonso Etxegaray, antiguo miembro del comando Vizcaya, explicaba hace unos años en Egin (14-2-1994) que a ETA "siempre la hemos sentido como una organización militar, hasta el punto de que era un tanto burlesco decir internamente el político de la organización". De todas formas, se necesita al menos un político: el encargado de los comunicados. Material incautado al comando Andalucía de ETA.

En eso ha quedado el antiguo frente político, uno de los cuatro que debían conformar ETA tras la Va Asamblea (1967). Se trataba de una traducción algo burda de la teoría aplicada por Troung Chinh en Vietnam. Ya se sabe que el frente militar absorbió enseguida al resto, por lo que no hubo ocasión de comprobar si la estrategia funcionaba lejos de los arrozales. Sin embargo, un artículo publicado recientemente en Egin insinuaba que existía la posibilidad de una actualización: se trataría de conseguir una coordinación implícita entre el frente institucional, que recogería los frutos; el político, que se encargaría de la agitación (es decir, de intimidar a la población), y el militar, respaldando todo el proceso.

Algunos críticos del nacionalismo incurren en cierta contradicción cuando afirman a la vez que la minoría violenta trata de imponerse a la mayoría y que el nacionalismo democrático es indistinguible del violento. No son lo mismo. Pero referencias como la de Arzalluz a la relación entre los que agitan el árbol y los que recogen las nueces no ayudan a disipar el temor de que, yendo cada cual a lo suyo, estén, sin embargo, resucitando entre todos a Troung Chinh.

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