En memoria de Manolo de la Fuente

En este país parece que la moda es de ayer por la tarde, pero lo cierto es que nació anteayer. Manolo de la Fuente formaba parte de la banda, llamemos a las cosas por su nombre, que se atrevió a pensar en la moda no como una bobada para señoritas en trance místico, sino como una curiosidad cultural, un instrumento para conocer se mejor y conocer a los otros. Corrían tiempos raros. Por unos simples pantalones de pinzas, Manolo, que falleció el pasado domingo, causaba general consternación en el vagón del metro. Él se reía. Junto con los hermanos Vallhonrat, Alejandro Cabrera, Paco Navarro, Juan Gatti, Beatriz Álvarez, Manolo Cáceres, Cyra Toledo, Carmen Echevarría, Pepe Vela y unos pocos más creó el escenario preciso y estimulante que la balbuciente moda española necesitaba. Cuando la moda le dejó de interesar profesionalmente se encaminó hacia la pintura y la escultura. Todo lo hizo con brío y conciencia, curiosidad y valor. Trabajó sin medios ni infraestructura, pero creó un estilo propio lleno de refinamiento artístico y una sensibilidad de raíces populares que le convirtieron en un caso único dentro de la profesión. Para él, la moda era expresión, y nunca narración, de lo que hay. Fue estilista para fotógrafos y para pasarelas, hizo eventualmente vitrinas, puso de moda cosas sin jamás firmarlas, fue un formidable dandi invisible, apartado en los últimos tiempos de una moda arrasada por los intereses de la publicidad. Sus últimos trabajos se publicaron en El País de las Tentaciones este febrero último y ahora preparaba una muestra de esculturas. Sus amigos, quienes le querían y admiraban, quienes creyeron en él, quienes rieron, bebieron y trabajaron con él o bajo su poderosa influencia, querrán saber cómo dejó de latir un corazón tan fiero y generoso. Murió joven, 43 años, alegre y tranquilo, mientras dormía, ajeno a las tendencias de temporada y fiel siempre a su seguro gusto. Que Dios refresque su rostro y cuide de su perro, Carlitos-