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FALLAS DE VALENCIA

Los toros basura

¿No existe la tele basura? Pues también los toros basura.Este calificativo de basura que se da a los programas tremendistas de la tele es muy discutible pues resulta que son los de mayor audiencia. Con los toros basura pasa otro tanto. A lo mejor se trata del mismo público, amante de los programas basura en la casa, de los toros basura en el coso.

No hay ninguna intención peyorativo en lo que se acaba de aventurar. Estamos en un país de libertades, cada cual se divierte como puede y sobre gustos no hay nada escrito. Si a un espectador le priva contemplar en la tele cómo le sacan la piel a tiras a un ciudadano y en los toros cómo ruedan, tullidos y desfallecientes, los animalitos de la Creación, por algo será.

Flores / Ponce, Rivera, Tomás

Cuatro toros de Manuela Agustina López Flores, discretos de presencia -6º con trapío y cornalón-, inválidos, descastados; 4º devuelto por inválido. De Samuel Flores: 2º, novillo, devuelto por inválido; primer sobrero, novillo inválido y descastado; 3º, terciado, flojo y manso. Segundo sobrero (hizo 4º) de Los Guateles, enmorrillado, sospechoso de pitones, inválido, noble.Enrique Ponce: pinchazo hondo, rueda de peones -aviso- y descabello (palmas); estocada corta perdiendo la muleta -aviso- y dobla el toro (oreja). Rivera Ordóñez: pinchazo, estocada corta caída, rueda de peones -aviso- y dobla el toro (ovación y también pitos cuando saluda); tres pinchazos -aviso- dos pinchazos, estocada y descabello (silencio). José Tomás: estocada caída (palmas); tres pinchazos -aviso- y estocada (silencio). Plaza de Valencia, 15 de marzo. 5ª corrida de feria. Lleno.

El problema en los toros viene con aquellas minorías que no aceptan toros tullidos y desfallecientes, que exigen lo que se les anuncia -"6 hermosos y bravos toros 6"- para lo cual pagaron una entrada que les costó carísima. Constituir minoría no significa que se puedan pisotear impunemente sus derechos, según suele acontecer.

En este país si eres minoría y además bajito estás perdido.

Pero eso se va a acabar. En la plaza de Valencia las minorías dejaron oír sus voces. Les costó desgañitarse y muchos acabaron afónicos. Mientras la masa deliraba con el culebrón, coreaba olés y pedía música, la minoría gritaba: ¡Lladres, fuera esa cabra!

Lo de cabra iba por el toro, ya se se puede suponer; lo otro, por algunos que permanecían en el callejón y ponían cara de sospechosos.

Toro y cabra, al decirse, no dejaba de ser un eufemismo. La mitad o más de cuanto saltó a la arena tenía las tiernas hechuras propias de los novillos, talla tienda vaquera. En lo concerniente a los pitones también había donde alegar, con unas desigualdades muy significativas. Los más brochos, mochos y mermados de cuerna le correspondieron a Enrique Ponce; los más cornalones, a José Tomás. Los más chicos se los reservaron a Rivera Ordóñez.

Triunfó Ponce; estaba escrito. A su primer inválido lo toreó con superficialidad. Al segundo sobrero que hizo cuarto, con bastantes tablas y ese acabado oficio que posee para sacar pases de todas las marcas en cualquier momento y lugar. La verdad es que entre los básicos -el derechazo y el natural- no ligó ninguno: rectificaba raudo los terrenos. En cambio al combinar los de pecho, cambios de mano, molinetes y trincherillas, le salían engarzados a la perfección. Le dieron una oreja. Los otros espadas quedaron muy por debajo.

Los otros espadas -Rivera Ordóñez y José Tomás-, si se descuidan, quedan a la altura del betún. Los regalos que les hicieron -el toro chico, el toro cornalón- estaban envenenados. Inválidos en cualquier caso -todo toro, utrero o cabra, sobrero o titular, se caía para matarse-, poseían por añadidura casta morucha, y ambos diestros no pudieron sacarles partido pese a sus pundonorosas porfías. Rivera puso arrojo; Tomás una ortodoxia muy digna, pero resultaba ridícula con aquel género infame que unas veces topaba en lugar de embestir, otras se pegaba batacazos.

Los partidarios de los toros basura gozaron con la corrida, cuyo balance fue -datos cantan- de una oreja y cinco avisos. Como diría el indio Jerónimo, "Mi no entender".

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