Gran salto adelante
TRAS HABER favorecido el surgimiento de un sector privado dinámico en los últimos años, el Gobierno chino ha decidido afrontar algo inevitable en este proceso de reforma: el adelgazamiento del sector público, especialmente del funcionariado, en un país en el que Confucio desarrolló el concepto de servicio público y la idea moderna de acceso a él por oposición. Pero, cuando se habla de reducir el número de funcionarios, en la enorme China se barajan términos que producen vértigo. Este mismo año pueden quedar sin empleo 3,5 millones de funcionarios sobre un total de 33 millones. Y el programa de recortes seguirá al menos hasta el año 2000.Está por ver, sin embargo, que se pueda cumplir el calendario anunciado en un país en el que el 60% del gasto público se va en pagar a un personal que crecía a razón de un millón por año. Es un gran salto adelante, por usar la terminología de Mao, aunque para darlo se requerirá superar duras resistencias y contar con la cooperación de las administraciones locales y regionales.
Jiang Zemin, conseguido el control del partido, se lanza a reformar la Administración y a avanzar en la reestructuración económica. La Asamblea Nacional del Pueblo (ANP, Parlamento) deberá aprobar en la clausura de su sesión, el próximo jueves, este ambicioso plan de reconversión del sector público y otras medidas de reformas estructurales de la economía como la rebaja del actual déficit público en un 20%. De este modo, China no sólo se hace un gran favor a sí misma, sino al conjunto de Asia, pues sigue en su papel de locomotora local y aguanta, al menos de momento, sin devaluar su moneda, ayudada por un alto nivel de ahorro interno y externo. Puede obtener así la respetabilidad que a nivel popular está perdiendo Occidente, al que se confunde a menudo con las medidas de saneamiento económico y financiero impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La sesión de la Asamblea china ha producido también novedades políticas coherentes con esta línea económica como la sustitución del primer ministro Li Peng por Zhu Rongji, el llamado zar de las finanzas, antiguo protegido de Deng Xiaoping y artífice de la reforma económica. Zhu tiene buenas credenciales, pero, aunque sea el número tres del Partido Comunista Chino (PCCh), no es un hombre del aparato ni cuenta con grandes aliados en la burocracia. Tendrá que ganarse el poder tras un nombramiento que confirma el triunfo de la dirección tecnocrática que lidera Jiang Zemin.
La retirada, tras una década en el cargo, del veterano ministro de Asuntos Exteriores Qian Qichen puede indicar un intento de aportar nuevo ímpetu a una política exterior que tiene como objetivo central el acercamiento a Washington y la incorporación a la Organización Mundial del Comercio -Clinton adelantará probablemente a junio su viaje a Pekín y presiona menos en materia de derechos humanos- Qian Qichen ha sido el arquitecto de la política por la que China ha logrado deshacer el aislamiento internacional tras la matanza de Tiananmen en junio de 1989. Su último guiño ha sido anunciar la próxima firma por China del convenio de la ONU sobre derechos civiles y políticos, un paso modesto en la buena dirección pero que no tendrá fuerza legal hasta que Pekín ratifique el texto.
Si China avanza en su reforma interna, también trata de ganar peso político regional y global al recordar en ocasiones -por ejemplo, ante los casos de Irak o Kosovo- que es un miembro permanente del Consejo de Seguridad con derecho a veto. Nadie puede ignorar ya a China como potencia.
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