Prolegómeno
El domingo, primer día de marzo, y por el clima, perfecto prolegómeno de la primavera, me encontraba disfrutando con un amigo de una soleada y pacífica tarde en el madrileño parque del Retiro cuando fuimos increpados y seriamente molestados por una patrulla de la Policía Municipal. Simplemente no pareció gustar demasiado a los agentes que estuviéramos sentados en el respaldo de un banco cuyo asiento estaba verdaderamente asqueroso de guano de vaya usted a saber qué ave canora (o, por la que se nos iba a venir encima, de presa).Parapetados tras sendas gafas de sol del más puro estilo Blade runner (supongo que de algún mercadillo cercano) y luciendo modales más propios de un spagetti-western que de la muy respetable institución a la que representan, nos conminaron a deponer nuestra enormemente incívica actitud utilizando en su brillante discurso epítetos dignos de los escritos escatológicos de Góngora, Quevedo, Lope y, ya más cerca de nosotros, del laureado Cela.
Todo pareció terminar con la solicitud de uno de nuestros documentos de identidad, el garabateado de indescifrables y no por ello menos amenazantes caracteres en una maltrecha hojita y la promesa de condenas por desacato a la autoridad, temibles jueces blandiendo la maza ante nosotros, maldición eterna, excomunión y lindezas similares. La más indignante, sin embargo, fue la que, sin más rodeos, sugería el ostracismo: el Retiro, para cualquiera menos para dos amigos que pasean un perro y descansan plácidamente sentados en un banco al sol. En lo del "para cualquiera" incluyo a las varias decenas de pequeños traficantes que campaban, en el mismo sitio y a la misma hora, por el monumento a Alfonso XII y el acceso al parque desde la vecina calle de Lagasca.
Por cierto, el miércoles me volvieron a ver disfrutando con mi perro del Retiro y repitieron su hazaña: vuelta a mostrarles el DNI sin mediar explicación. Es decir, vuelta a hacerme perder el tiempo y perder el suyo, pudiendo, digo yo, aprovecharlo en facilitar asistencia psicológica a algún pato o ardilla estresados o decomisar algo de costo a cualquiera de los camellos habituales de la casa.-
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