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Tribuna
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País no rima con mi país

Enrique Vila-Matas

No cuento ovejas para dormirme, tengo métodos más infalibles. Uno de ellos consiste en imaginar partidos de fútbol en los que, si juega mi equipo, desde luego éste gana por 3-0, es decir, que gana el Barça. Por supuesto procuro que juegue como me gusta que lo haga es decir, juega bien siempre y cuando Gaspart rece el rosario en su lavabo guarro.La víspera de este último Barça-Madrid, por ejemplo, imaginé que el gran Pep Guardiola estaba en condiciones de alinearse y que Carles Rexach se fumaba en el palco un puro más grande que todas las tietes del honorable Casaus por los 20 años de servicios prestados. Y también imaginé que Van Gaal había descubierto por qué era tan creativo y genial Johann Cruyff. El Barça, además, jugaba reforzado por Hierro, Roberto Carlos y Ronaldo. El Real Madrid reemplazaba a Mijatovic por Stoichkov y alineaba a Femando Sanz en el centro de la defensa.

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Todo perfecto. Me dormí encantado mientras imaginaba que, por si eso no fuera poco, un atisbo de inteligencia se había despertado en "la mejor afición del mundo" y Núñez, derrotado en la moción de censura, no aparecía por el palco porque su mujer se lo llevaba al cine a ver Insomnio. Lo malo de este método para dormirse es que, al día siguiente, uno recuerda que realidad y deseo nunca fueron compatibles y que el país de uno no rima con su país. Imaginación y castigo.

Ayer, cuando me senté ante el televisor para ver el partido, recibí la bofetada de la realidad. Allí estaba, por ejemplo, Hierro jugando en el bando contrario con sus exquisitos codazos europeos. Partido aburrido hasta el minuto 70. Hasta ese momento me dije que después de todo no sabemos si las cosas no son mejor así, escasas a propósito... Quizá, quizá tienen razón los partidos del siglo. Y de pronto, nada de cosas escasas a propósito. A los 70 minutos se resolvió la cuestión. Figo, ya es hora de proclamarlo, es el mejor jugador europeo actual. Tiene el sentido del trabajador, es lo contrario del constructor. En fin, después de todo (como dice el gran poeta portugués Mario Cesariny), al final lo que importa es ir al precipicio y desde allí tirarse de pie, directo al vicio.

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