El sustituto de Vialli machaca al Betis
Flo marcó dos veces y Alfonso redujo distancias en la segunda parte
Dos disparos por bajo de un jugador altísimo, con talla de baloncestista, casi sentenciaron la eliminatoria. El Betis sacó la casta y el juego tras el descanso con el premio de un gol que valió mucho y sabe a muy poco. Mucho tendrán que cambiar las cosas para que el Betis haga en Londres algo más que turismo dentro de 14 días. El Chelsea, que arrastraba un relevo en el banquillo y una serie encadenada de malos resultados en la Liga inglesa, se olvidó de sus asuntos domésticos para hacer lo que más duele en Europa: marcar en los desplazamientos.
Gianluca Vialli decidió sorprender a todos quedándose en el banquillo. Quizás para vigilar más de cerca a su colega Luis Aragonés. Y convencido de que desde el banquillo también se pueden marcar goles con el mando a distancia. Sobre todo si quien los firma es el sustituto de Vialli, el nóruego Flo. Después de los hectólitros de cerveza consumidos por sus aficionados, llegó el jarro de agua fría.
El partido empezó con mucho brío. Más que la ida, parecía la vuelta. Pero todas las preocupaciones, todo el discurso de las vísperas, todo se apagó en cuando se encendió el oportunismo de Flo. Estaba el Betis asentando sus líneas, ajustando las posiciones, y en un descuido de Olías seguido de la pasividad de Vidakovic permitieron al futbolista noruego batir a Prats cuando sólo habían transcurrido 7 minutos de partido. La historia no tardó en repetirse. Por el mismo sitio y a la misma hora como rezan unas populares sevillanas. Despiste de Olías, regate a Vidakovic y disparo cruzado y por bajo que supera a Prats.
El Chelsea empleaba una defensa férrea, nada pegajosa pero muy expeditiva. De Goey, en la primera parte, sólo tuvo que responder a un Inocente disparo de Finidi, a un cabezazo de Fernando que despejó cuando entraba a puerta y a los siempre temibles lanzamientos de falta y de córner de Jarni.
El Betis se quedó maniatado con la marcha del partido. Jarni se cambió de banda para cambiar la música, pero la orquesta no mostraría su verdadero repertorio hasta la segunda parte.
Vialli había marcado desde el banquillo. Y Luis no quería ser menos. No debió haber retórica en vestuarios, porque sé abrió el telón de la segunda parte, Márquez entró por su banda, hizo tres regates, aguantó lo indecible y centró para que Alfonso batiera a De Goey. La réplica algo tardía a la precocidad de Flo. De lo que pasara en los minutos siguientes dependía que el gol fuera un brindis al sol, el gol del honor o un instrumento para destejer la tela de araña en la que los había metido Vialli sin vestirse de corto. Zola y Flo estuvieron a punto de poner más tierra y goles de por medio tras un nuevo fallo de Olías.
El Betis había descubierto la fórmula para atajar la invulnerabilidad de la defensa londinense, donde Duberry, Le Boeuf y Sinclair formaban en la primera parte un comité de recepción amable con los balones e intratable con los jugadores verdiblancos. El Betis se lanzó a un ataque desesperado.
En la primera parte, los ingleses ejercieron de inventores de este deporte y desplegaron toda su artillería científica para demostrarlo. En la segunda, el Betis se dejó de inventos y puso ganas donde antes hubo dudas, puso dominio donde antes había escaramuzas. La primera mitad fue del Chelsea y la segunda del Betis. Pero este reparto de papeles no significaba repartirse el botín, que casi en su integridad se fue a orillas del Támesis. A los puntos, el Betis estaba igualando la eliminatoria. Pero el fútbol no entiende de méritos ni buenas intenciones.
El Betis, cuyas posibilidades ofensivas se incrementaron con la entrada de Oli, le echó cerebro al envite. De Goey despejó un cabezazo de Jarni a centro de Finidi y el búlgaro Ouzunov anuló sin saber muy bien por qué un remate de cabeza de Alfonso a la red. El partido se había salido de las pizarras de los entrenadores y entraba en una hermosa fase de caóticas avanzadillas. Otra vez la cabeza de Jarni rozó la proeza a centro de Márquez, que está pidiendo a gritos la titularidad.
El Chelsea era un equipo muy distinto, bastante mediocre, pero los goles no son reversibles. Y el Betis también experimentó un cambio radical.Dos destellos bastaron para provocar el apagón. Cuando volvió la luz, ya era demasiado tarde.
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